El encuentro de Zapatero y Patxi López, en el palacio de la Moncloa, ha sido positivo y reconfortante, tras treinta años de relaciones díficiles entre los gobiernos español y vasco. Zapatero ha reconocido que la apuesta por un ejecutivo socialista en Vitoria le ha ocasionado mayores dificultades en el Congreso de los Diputados, al ganarse la animadversión del PNV, pero no se arrepiente de haber dado el paso. Una de las ventajas de contar con un lendakari constitucionalista es que los dos gobiernos impulsan la misma política antiterrorista. Por su parte, Patxi López señaló que acudirá a todos los foros multilaterales que se convoquen, porque el nuevo gobierno vasco no practicará nunca más la política de la silla vacía. La razón de ese cambio de postura la argumentó el lendakari de una manera sencilla y rotunda: «nosotros compartimos el proyecto de España».

La política española está centrada en la actual legislatura en la lucha contra la crisis económica; las sesiones destinadas al control parlamentario del Gobierno consumen gran parte de su tiempo en discutir sobre aspectos relacionados con la crisis. Esta prioridad política y parlamentaria oculta el gran cambio que se está produciendo en España con la acelerada normalización de la política vasca. Cada declaración (funeral del policía Eduardo Puelles), cada entrevista (Zapatero), cada decisión (retirar la subvención pública a las familias de los presos etarras) de Patxi López supone una ruptura con la larga etapa de gobernación nacionalista. Las dificultades y recelos de antaño han devenido en colaboración y acuerdo. Los primeros que van a apreciar las ventajas del cambio son los propios ciudadanos vascos, porque nada frustra más que la constatación de permanentes obstáculos sin poder avanzar ni un paso en diez años: ese es el balance de la égida de Ibarretxe. Hay un sector de la población, muy ideologizado, que apoya la política de trincheras, pero la mayoría del cuerpo social no participa de esa visión.

La normalización de la política vasca, tras un largo periodo excepcional, de la mano de un lendakari socialista, coincide con el apartamiento de Cataluña de la dinámica política española. Desde el mandato de Maragall, los argumentos y actitudes de la Generalitat recuerdan los posicionamientos de los gobiernos del PNV. Zapatero tiene la ocasión de hacer pedagogía política con Patxi López y Montilla. Más claro: las ventajas de la convergencia, frente al perjuicio de la insolidaridad.