Diego Canga comunicó a miembros de la dirección asturiana del PP que no va a acceder al cargo de senador. En Génova le dijeron que le necesitan para hacer gestiones en la política europea, incompatibles con el cargo de senador.
En todas las legislaturas, la Junta General del Principado elige a dos de sus miembros para ocupar escaños en la Cámara Alta. Dada la distribución de fuerzas en la Junta, corresponde un senador a los socialistas y otro al PP. Es una elección casi rutinaria, sin especulación sobre los nombres, siguiéndose la costumbre de designar a políticos destacados de la región. Por decisión parlamentaria se convirtieron en senadores (sin pasar por las urnas) dirigentes como Ovidio Sánchez (PP), José Ángel Fernández Villa (PSOE) o Javier Fernández (PSOE). Su contribución a la producción legislativa del Senado fue mínima o nula, así como el control que ejercieron sobre el Gobierno. Cuando los designaron no se esperaba otra cosa de ellos, porque ya estaban ocupados con otras responsabilidades. Ser senador es una distinción con derecho a un sueldo estimable; el doble reconocimiento, institucional y económico, seduce a cualquiera.
El PSOE ya ha comunicado que su nuevo senador será Enrique Fernández, exconsejero de Industria descabalgado del Gobierno y disponible para cargos que estén vacantes. El PP siempre hace las cosas más difíciles. Primero filtran el nombre de Canga para el Senado, con beneplácito del interesado. Luego, resulta que Feijóo lo necesita para la política europea, tarea que asumirá sin dejar el escaño en la Cámara asturiana. Para cubrir el escaño vacante en el Senado, la dirección regional abre un debate. Lo que suelen resolver las direcciones de los partidos con discreción (senador a dedo, sueldo estimable, etcétera), en el PP se hace por discusión. A lo mejor aparecen como razones estar en el paro, cargas familiares, etcétera.