El derecho de las personas a poner fin a su vida cuando sufren una enfermedad grave que conlleve dolores físicos o psíquicos constantes e insoportables, sin posibilidad de alivio, es una realidad en España para los ciudadanos mayores de edad. En marzo de 2021 se aprobó la ley que regula la eutanasia. La norma contiene un procedimiento detallado para que la decisión del enfermo sea válida: conversación deliberante con dos médicos sobre las posibilidades terapéuticas y la alternativa de los cuidados paliativos, envío del expediente a la Comisión de Garantías y Evaluación, etc. En España han pedido acogerse a la norma mil enfermos, aunque sólo un tercio ha podido realizar su decisión, por la larga tramitación de la petición. En definitiva, la eutanasia es perfectamente legal y pone punto final a una espiral de sufrimientos difícil de imaginar. Me gustaría añadir alguna otra consideración.
Cuando se aprobó la ley, portavoces de la mayoría parlamentaria dijeron que «llegaba tarde». Si miramos lo que ocurre en el mundo, España es una aventajada en la aprobación del derecho a la muerte voluntaria, ya que sólo en otros seis países forma parte de su sistema jurídico: Holanda, Luxemburgo, Bélgica, Nueva Zelanda, Colombia y Canadá. En el Congreso de los Diputados fue aprobada por 202 votos contra 141. Si una ley merecía el consenso era esta, porque no hay nada más importante que legislar sobre la vida. En el debate hubo portavoces que no superaron su ramplonería habitual: «La ley de la eutanasia no obliga a nadie, si no quiere». Es un descanso saberlo. Joseba Agirretxea (PNV) fue quien se acercó más al problema: «Esta ley es para quienes no hay paliativos suficientes, capaces de aliviar su situación».
Hace menos de dos años vi cómo saltaba desde la ventana de su casa una mujer de mediana edad con dolores crónicos e insoportables. Lo había intentado todo. No hay tribunal en el mundo que pueda condenar un comportamiento así. Supongo que habrá ahora miles de personas en un estado semejante en España. No podemos mirar para otro lado y esperar que vayan saltando uno tras otro. Ahora bien, me parece muy cómodo decir que con la Ley de Eutanasia el problema ya está resuelto y a pensar en otra cosa. No. Es verdaderamente increíble que hoy día, con el avance de la ciencia, haya dolores imposibles de calmar. Como me parece increíble que haya más de 7.000 enfermedades raras, sin tratamiento, que afectan a tres millones de españoles. El objetivo es que nadie se vea obligado a renunciar a la vida.