>

Blogs

Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

Recuerdos de Oviedo: La fuente del caracol

Vivía habitualmente en esta sombra, a tientas, como un ciego, como un soñador”. (Víctor Hugo).
“La vida es un gerundio y no un participio: un faciendum y no un factum”. (Ortega y Gasset).

Imaginemos el Campo de San Francisco como un mapa en el que cada rincón tiene que ver, a veces de forma especial, con distintas etapas de nuestra vida. Imaginemos que, en el caso del arriba firmante, se da la circunstancia añadida de que, tras haber vivido la infancia en la Plaza del Carbayón, la adolescencia en la calle Santa Susana y la juventud en la calle Toreno, se trata de un espacio no sólo cercano al domicilio familiar, sino que además era un escenario de tránsito cotidiano.
Así, en los años de mi infancia en los que viví en la plaza del Carbayón lo atravesaba cada tarde al salir del colegio. Y, sobre todo, si habíamos jugado al fútbol tras las clases, la fuente del Caracol era una parada cotidiana en el caño más cercano a la herradura. Con ello, corroboro lo antes señalado acerca de la relación de una etapa de la vida con distintos rincones del Campo de San Francisco, pues la herradura, cuando se vallaba en las fiestas de San Mateo, está vinculada en mis recuerdos a los años en los que vivíamos en la calle Toreno, y la música de las orquestas se oía en casa todas aquellas noches septembrinas.
Pero volvamos a aquellas tardes a la salida del colegio. Se diría que nos reponíamos allí del esfuerzo corriendo detrás de un balón. De algún modo, era –que se diría ahora- un lugar de culto en el sentido de que siempre habíamos oído hablar no sólo de la calidad del agua potable que se consumía en Oviedo, sino también de que la de esa fuente era singularmente buena y saludable. Lo cierto es que, tras el sofoco del partido, sabía a gloria. Pero había algo más: su diseño que recordaba a un escenario de manantial, a una fuente en plena naturaleza, a un enclave muy propio de nuestro paisaje astur. Y encima, coronándola, un caracol, que tanto proliferan no sólo para solazarse, sino también los días de lluvia en nuestra tierra, días de lluvia primaverales, como aquellos cuyo recuerdo estoy rescatando. Se tenía la sensación, pues, de volver al campo, de beber el agua más pura, de darse un baño de naturaleza. De refrescarse también ante lo que la vista nos ofrecía.
Si Oviedo es, además de otras muchas cosas, una ciudad abierta a lo que va más allá del asfalto, esas piedras que hacen de marco a la fuente del caracol facilitan algo muy propio de nuestra capital, no sólo la cercanía de lo que no es urbano, sino también la presencia de lo rural, del paisaje más típicamente asturiano en el cogollo mismo de Oviedo.
Fuente del caracol, cercana al quiosco en el que comprábamos chucherías, a un paso del paseo del Bombé, donde también correteábamos a veces; muy próxima a otras fuentes en las que no se bebe. El Campo de San Francisco es, además de otras muchas cosas, una referencia que plasma la abundancia de agua en nuestra tierra.

Años de infancia en los que la vida era sobre todo un juego, con todo lo que ello implica, también lances y percances donde la tristeza en algún momento se erigía en protagonista. Y digo esto a resultas del recordatorio del que a continuación voy a dar cuenta, en el que la lectura de un excelente relato me llevó a aquellas tardes de parada en la fuente del caracol.
“Ese niño gordo a quien su padres compraron un balón” es un magnífico relato de Manolo Pilares, un auténtico maestro del género. Saco a colación esta historia del gran narrador a resultas de que, cuando la leí por vez primera, me estremecí relacionando su trama con un episodio que me tocó presenciar una de las tardes en las que nos detuvimos en la fuente del Caracol después de haber jugado un partido de fútbol en el colegio. Cuando llegamos, un niño gordo, con el pelo sudado, bebía agua mientras sujetaba el balón. Tenía un jersey rojo, estaba colorado como consecuencia de haber jugado al fútbol y parecía que no terminaba nunca de saciar su sed. Hicimos cola, pues los otros caños estaban también ocupados. Según parece, el niño al que acabo de referirme llevaba un largo rato bebiendo antes de que nosotros llegásemos, pues alguien que esperaba turno lo estaba insultando, al tiempo que otros tres compañeros parecían jalearlo para que continuase con sus insultos, insultos que se convirtieron en agresión, empujando al niño gordo y quitándole el balón a puñetazos. El balón salió rodando. Fue el hecho que el niño agredido pudo desasirse de aquello al haber sido reconvenidos sus atacantes por unos señores que pasaban por allí, y siguió su camino de forma sorprendente, pues no aceleró el paso para recuperar el balón. Se diría que le daba igual perderlo, aunque terminaría cogiéndolo. Nos sabía mal no haber intercedido por él cuando recibió el ataque, algo que estuvimos a punto de hacer, pero, por fortuna, no fue necesario
Era un niño gordo como el del relato de Manolo Pilares. Era un niño al que, seguramente, el balón no le hacía feliz por no sentirse muy hábil jugando con él. Era un niño que protagonizó un episodio triste y tierno de mi infancia, pues nos afligió ver que lo atacaban tan cruelmente. Y nos afligió aún más la apatía con la que caminaba tras el incidente. Era un niño derrotado al que le divertirían mucho más otros juegos. Inolvidable su imagen caminando desganado y deprimido.
Un recuerdo triste en medio de tantas y tantas vivencias gratas, como un borrón que estropea el cuadro, como un rictus que corta en seco la alegría.
No sabría explicar con precisión el cómo y el porqué, pero aquel niño salió del inolvidable relato de Manolo Pilares.

Temas

Blog de Luis Arias Argüelles-Meres

Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


diciembre 2015
MTWTFSS
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
28293031