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Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

Panorama vetustense: Desde el Teatro Campoamor

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«Lo único que puede acercar una generación a otra por encima de tanto tiempo, lo único que puede acercarlas es –sería si se lograse- una comprensión de sus vivencias de sus elementos intactos. A eso llamo inocencia, a un tiempo anterior”. (Rosa Chacel).

 

En efecto, inocencia de un tiempo anterior, cuando transitamos escenarios que evocan la infancia y, ante ello, invocamos esa etapa de la vida en la que el mundo era cordial y favorable. En efecto, una tarde de éstas, tras recorrer el Campo de San Francisco con Carmela (una cachorra de mastín tan vivaz como adorable), camino de casa, me senté en un banco situado en una de las fachadas del Teatro Campoamor, que mira a la Plaza del Carbayón.

Llegó un momento en que dejé de ver lo que tenía ante mí y, con ello, di paso a evocaciones e invocaciones. Llegó un momento en el que, además de recordar juegos y andanzas por los mismos escenarios, no puede pasar por alto la evolución de esta ciudad en los últimos años, evolución que se plasma también en el rincón donde me detuve.

En esa hora en la que la luz del día se va retirando, empujada no sólo por el atardecer sino también por las luces de la ciudad, tanto las estáticas de las farolas como aquellas otras que se mueven sin cesar de los vehículos que por allí transitan, cuando además la buena temperatura contribuye a que esa parada sea cómoda, en esa hora, digo, crepuscular y melancólica, no podemos no pensar, más allá de las consideraciones personales, en tantas oportunidades perdidas, en tantas equivocaciones cometidas, en tantos atropellos a la razón.

¿Cómo es posible que en toda la ciudad no haya salas de cine comerciales? ¿Cómo es posible que en una ciudad en la que se ensancharon las aceras en tantas calles no se haya pensado en que algunas vías públicas lo demandaban mucho más que otras? ¿Cómo es posible en que en determinadas calles no se haya respetado, con la escrupulosidad debida, la estética de ciertas fachadas?

¿Cómo es posible que, cerca del Teatro Campoamor, camino de la entrada de la autopista, se haya podido llegar a  la situación actual en el solar donde estaba ubicada la vieja Estación del Vasco? ¿Cómo es posible –y admisible- que se hayamos llegado a esa ruina no sólo económica, sino también estética?

Y es que uno se acerca al mencionado solar y se horroriza no sólo ante la susodicha ruina, sino también ante el mero recordatorio de las famosas trillizas calatraveñas que el famoso arquitecto llegó a proponer en una visita a Oviedo hace unos cuantos años.

Carmela se tumba a mis pies. Pasan muy cerca de nosotros oleadas de coches. Muchos de ellos provienen de la entrada de la autopista. Si dejo de verlos y de oírlos, con las invocaciones y evocaciones antes referidas, me pregunto cómo sería esta ciudad si no se hubiera cometido semejante barbaridad. Me pregunto por qué no se conservó la Estación del Vasco, o se hizo en ella un museo de nuestra pequeña historia, esa misma que, a un tiempo, nos oxigena y nos llena de melancolía.

Carmela se despereza. Vamos camino de casa. Y me pregunto si se consolidará esa ruina, si perdurará esa infamia, infamia no sólo estética.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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