Puro invierno en el Tartiere. Granizadas, chubascos importantes, viento cortante. Sin embargo, en contra de lo que cabría temer, el césped no estaba embarrado, y no había disculpas serias para no practicar buen fútbol. A ratos, clareaba. A ratos, el cielo se percibía como boca de lobo. A ratos, lo desapacible lo presidía todo. No obstante tantos pesares, el Oviedo empezó bien, con lucha, tesón y hasta con buena arquitectura en el juego, gracias en no pequeña parte al debutante Michel. Se diría que este jugador sabe que le toca la batuta del equipo en el centro del campo y, en muchas jugadas, demostró desenvolverse bien en la tarea.
Un Oviedo que empujaba y que se mostraba ambicioso. Un Oviedo que contó, a pesar del temporal y de una de las entradas con menos público en lo que va de temporada, con el calor de la afición. Frente a ello, el árbitro, pues en todo momento dio la impresión de que el colegiado es de los que tiene una facilidad pasmosa para complicarse la vida y, con ello, para enturbiar el ambiente del partido.
Si Michel estaba funcionando bien en su tarea, hubo otro jugador azul que, a mi juicio, adquirió un gran y más que merecido protagonismo a lo largo del partido. Hablo de Cristian Rivera que estuvo omnipresente en la contención y más que prometedor en sus incorporaciones al ataque. Tengo para mí que al canterano le queda por desarrollar un enorme potencial gracias también a su zancada cuando se erige en protagonista de las ofensivas del equipo. De hecho, tuvo una en la segunda parte verdaderamente extraordinaria.
Bien pensado, no está nada mal que en el partido de hoy, se viesen dos medios centros que destacaron tanto. En efecto, Rivera y Michel dieron nivel al juego azul y demostraron una calidad innegable. Acierto, pues, por partida doble, tanto en lo que está dando de sí un canterano, como también es importante no haber errado en los fichajes de invierno, sin perder de vista, por otro lado, que había dos medios centros que hoy no pudieron jugar por sanción, es decir, Erice y Bedia.
Buen juego a ráfagas en la primera parte, que hizo que el público mostrase un apoyo inequívoco al conjunto. Pero, una vez más, no se logró sentenciar el partido cuando se tenía el marcador favorable y cuando el equipo se estaba gustando a sí mismo. Al descanso, de habernos acompañado la fortuna, el partido podría haber quedado resuelto, pero no fue así.
Acaso volvió a faltarnos mordiente tras el descanso, pero, sin duda, la expulsión de Verdés hizo que el nerviosismo agarrotara el ambiente en el Tartiere, tanto a los jugadores como a la afición que hoy estuvo colosal.
Cierto es que, por fortuna, tras haberse quedado el equipo con diez jugadores, no nos faltó concentración. Y, al final, se hizo justicia.
Al encuentro de hoy sólo le faltó una cosa, ciertamente de importancia, y fue no haber ganado con más claridad.
¿Cuándo llegará ese partido en el que el Oviedo se muestre de principio a fin claramente superior a su rival? ¿Cuándo llegará ese partido en el que la afición no tenga que sufrir?
Llegará, tendrá que llegar. Mientras tanto, me congratula mucho pensar en el potencial de Cristian Rivera, poderoso canterano.