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Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

Recuerdos de Oviedo: Aquel concierto de Aute en El Fontán

« Hay muchas morales. Hay la moral positiva y práctica, a la que todo el mundo debe obedecer. Pero hay la moral de las artes. Ésta es muy diferente, y desde el comienzo del mundo las artes así lo han demostrado». (Baudelaire).

Fueron, creo recordar, las primeras fiestas mateínas en las que Oviedo tenía a Masip como alcalde. Fue el año en el que Aute reverdeció antiguos triunfos con su disco ‘Entre amigos’. Fue el año en el que los viejos cantautores demostraron que todavía estaban por aquí para dar mucha guerra, eso sí, algunos más que otros. Fue el año en el que Aute dio un importante paso que lo sacó de la inmensa minoría artística a la que en realidad perteneció siempre, al margen de voluntades propias y ajenas.
Septiembre de 1983, Oviedo, El Fontán. No fue, dadas las limitaciones del recinto, un concierto masivo, pero sí que hubo complicidad entre un público que conocía la mayor parte de las canciones y un cantautor que no se encontraba fuera de sitio. La mayor parte de los guiños los hacía en el preludio de muchas de las canciones que interpretó. Guiños que llegaban a unas gentes que agradecían que Aute formase parte de nuestra educación sentimental.
Amor, sutileza, versos muy logrados, paradojas, melancolías infinitas, soledades, conexiones con grandes poetas del siglo XX. Cierto es que los amigos que habían acompañado a Aute en el disco recopilatorio no estaban en El Fontán. Cierto fue también que esas ausencias estuvieron perfectamente suplidas por un público entusiasta y entregado.
Corría el año 83. El primer Gobierno de González aún no había cumplido el primer año de su recorrido, es decir, aunque muchas decepciones podían intuirse, todavía no habían tomado cuerpo. Se agradecía. Y lo más importante de todo era que estábamos en una década en la que las libertades acompañaban los trabajos y los días de este país, los días con sus noches. Eran los tiempos de la movida. Eran los tiempos del mayor desenfado que se vivió últimamente. Eran los tiempos que habían dicho adiós a décadas de oscurantismo.
¿Cómo no recordar lo grato que resultaba ver y escuchar a Aute en un enclave tan familiar y tan nuestro como El Fontán? ¿Cómo no tener en cuenta que estábamos oyendo magníficas canciones en el mismo lugar en el que muchos años antes se habían representado funciones de teatro, en el que, en el día a día, el acto de la compra de mucha gente de Oviedo era algo próximo y consuetudinario?
Era El Fontán el escenario pintiparado para acoger en ‘nuestra casa’ a un cantautor que entonces vivía quizás su primer año de mayores encuentros con la gente en directo. Podría aseverarse que compaginaban maravillosamente el intimismo de muchas de sus canciones con lo atopadizo que a todos nos resultó siempre El Fontán.
Versos con resonancias de Salinas y Aleixandre. Canciones que daban cuenta de momentos tremendos de nuestra historia más reciente. Y, también, tuvieron su protagonismo aquella noche, otras ausencias, más bien, otras ausentes.
Me explico: ¿Cómo no recordar la voz de Rosa León cantando ‘Al Alba’? ¿Cómo no recordar también a Massiel cantando ‘Rosas en el mar’ y ‘Aleluya’, la canción de la que el propio Aute confesó con ironía, que no sabía muy bien qué había querido decir con ella?
Ausentes, digo, Rosa León y Massiel, cuyas voces tenían más garra y, paradójicamente, más desgarro que la del propio Aute. Tan ausentes y, a la vez, tan presentes en muchos de los que allí habíamos acudido.
Algún día habrá que ocuparse a fondo de lo mucho que hubo, cultural y artísticamente hablando, en los ochenta, década en la que convivieron músicas entonces muy de vanguardia con los cantautores que llevaban tanto tiempo entre nosotros. Algún día habrá que recordar que hablamos de unos años en los que había público para escuchar canciones cuyas letras siguen perdurando, lo que no impedía que se fueran imponiendo canciones de usar y tirar en las que, por así decirlo, ‘los efectos especiales’ constituían el mayor de sus reclamos.
Y, a propósito de canciones con voluntad de estilo en sus letras, de canciones con mensaje, ¿cómo no hacer mención a la parodia que el propio Aute había hecho del cantautor, con su moralina, con su paternalismo, con su tono aburrido, con su prédica de ocasión, y todo ello acompasado al ritmo de un tango? Ironía, bendita ironía.
Aute en las fiestas mateínas de Oviedo. Aute redivivo. Todo ello, en un Oviedo alegre y confiado que, como el resto del país, estaba muy lejos de sospechar los desencantos y decepciones que tanto dañarían los sueños colectivos.
Libertad, ante todo, libertad. Ni en el antes del concierto, ni en su transcurso, ni después de haberse celebrado, recuerdo que hubiésemos mirado el reloj. No conocíamos la prisa, sabíamos que, tras el concierto, muchos establecimientos nos esperaban sin hora de cierre. Sabíamos que octubre con sus horarios lectivos estaba cerca, pero nadie lo invocaba, ni tampoco suponía una losa pensar en ello.
No sólo no miramos el reloj, sino que puedo asegurar y aseguro que tampoco recuerdo si la noche estaba despejada o si lloviznaba, si la temperatura era agradable o si corría alguna que otra racha de viento desapacible.
Lo que se vivía era el momento, y cada momento, a su vez, se expandía hacia atrás en el tiempo recordando nuestro primer encuentro con la canción de turno, y también proyectábamos aquellas canciones hacia un futuro que entonces no se nos antojaba muy imperfecto.
Aquella madrugada, como tantas otras, cuando llegué a casa, el periódico me esperaba sobre el felpudo. Aquella madrugada, mientras tomaba el vaso de leche de costumbre antes de acostarme, desde el ventanal de la cocina de la calle Toreno, la luna se deslizaba despacio, acompasándose al ritmo suave de las canciones de Aute.
Aquella madrugada en nuestras mochilas de recordatorios y vivencias, en la que se incorporó la voz en directo de Aute, que hizo de música de fondo al brillo de los ojos que expresaban su no sé qué de plenitud tras haber disfrutado de obras maestras de la canción.
Aquella madrugada, antes de dormirme, pensé en el trasiego que habría en El Fontán ya de mañana. Y no pude no preguntarme si, en medio de aquel trasiego, los versos de amor de muchas de las canciones de Aute, serían la música de fondo de una jornada que, en apariencia, no hacía mudanza en su costumbre, que diría Garcilaso.
Aute, siempre Aute. Sus rosas en el mar, sus estrellas de la madrugada, su luna sangrando, su helado de fresa recordando a Dean, su cuerpo enamorado, sus invocaciones al olvido con besos en aceras de nadie, su petición de pausa antes de un desnudo que el amor cubriría y arroparía.
Aute, siempre Aute.

Foto de Luis Arias Argüelles-Meres.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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