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Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

Recuerdos de Oviedo: “Olegario”, calle Milicias

“La libertad política significaría la liberación de los individuos de una política sobre la que no ejercen ningún control efectivo. Del mismo modo, la libertad intelectual significaría la restauración del pensamiento individual absorbido ahora por la comunicación y el adoctrinamiento de las masas, la abolición de la opinión pública” junto con sus creadores”. (Marcuse).

“La noción de cultura de masas, que surgió de la sociedad de masas, fue la expresión directa del sistema de medios de comunicación que resultó del control ejercido por los gobiernos y los oligopolios empresariales sobre la nueva tecnología electrónica de la comunicación”. (Manuel Castells).

 

Seguro que muchos de ustedes recuerdan aquel mostrador donde se apilaban tantas revistas de información política y tantos periódicos nacionales y llariegos. Seguro que no son pocas las personas que no olvidarán jamás el día de la semana en el que salía el nuevo número de “Cambio 16”. Seguro que habrá quien continúe teniendo presente los títulos de los periódicos nacionales cuya llegada se retrasaba lo suyo. Seguro, ante todo y sobre todo, que casi nadie de aquella época perdió de vista que hubo unos años en los que la avidez por la información política estaba desatada.
“Olegario” fue en los años setenta y primeros ochenta el establecimiento de Oviedo donde más periódicos y revistas se vendían. Fue en 1974, a mis 17 años, cuando empecé a comprar “Cambio 16”, revista que mi padre leía también con avidez. Lo más destacable que tenía era su descaro, su tono irónico, su atrevimiento en las informaciones que rozaba casi siempre los límites que los censores permitían. Y es que, en aquello que se llamó tardofranquismo, hubo dos revistas por excelencia, la citada y también “Triunfo”, más sesuda, con mayor carga de profundidad, donde tenía más peso la opinión. “Cambio 16” llegaba los viernes.
No es el momento de detallar aquí la historia de las mencionadas revistas, a las que habría que añadir otras como “Cuadernos para el diálogo”, que se editó a resultas de la iniciativa de un ex ministro franquista, de Ruiz Giménez, que apostó por el cambio antes de que el dictador falleciese. También hay que hacer mención a “La Codorniz”, cuyo humor servía de desquite en aquella España carente de libertades.
Pero lo que toca en este texto es recordar, al margen de las características de las publicaciones mencionadas, aquella ansiedad por devorar la prensa que, dentro de los estrechos márgenes que la situación política permitía, iba más allá de lo oficial y de lo oficioso, no sólo en la letra, sino también en la música, en el tono. Y toca recordarlo haciendo mención al quiosco y/ o librería en el que todo aquel público se daba cita, esto es, haciendo mención aquel establecimiento que fue todo un clásico en la calle Milicias.
Un establecimiento que está muy vinculado a fechas históricas en las que las portadas de los periódicos y revistas tomaron acta de aquello, eso sí, fieles a su estilo.
¿Cómo no recordar aquel número de la revista “Cambio 16” que daba noticia de la muerte de Franco? Fondo oscuro para dar cuenta de ello: “La Muerte” ¿Cómo no recordar, asimismo, un número de la revista “Triunfo”, que reapareció tras un larga sanción, y que daba cuenta de la presencia de una navaja en las Cortes franquistas tras Franco, aquellas mismas que terminarían por aceptar su final tras haber aprobado la primera reforma de Suárez, con paternidad de Torcuato Fernández Miranda? ¿Cómo olvidar, otrosí, aquel día de abril en el que salió a la calle el primer número del diario “El País”, en cuya primera página se apostaba por la democracia plena, así como por la legalización de todos los partidos políticos? No perdamos de vista que en aquellos días, gobernaba aún Arias Navarro, intentado dar una continuidad imposible a un franquismo sin Franco.
Tampoco puedo dejar de hacer mención a un número de “Cambio 16” en el que se informaba del resquebrajamiento de salud de Franco, unido aquello a la iniciativa del entonces rey de Marruecos de su “Marcha Verde” hacia un Sáhara todavía oficialmente español. Un franquismo que agonizaba y una prensa que quería plasmar las ansias de una España que, por decirlo al machadiano modo, deseaba alborear.
¡Cuántas imágenes dentro y fuera del quiosco, no sólo las de las portadas de las que les vengo hablando, sino también viéndome en la calle, camino de casa, leyendo revistas y periódicos, deseando llegar pronto, pues sabía que mi padre me esperaba con impaciencia.
Un recorrido muy corto entre la calle Milicias y Toreno 5, que hacía leyendo, una especie de “picoteo” de lo más llamativo de las revistas y los diarios, aperitivo de unas informaciones que no saciaban, pues planteaban aún más interrogantes. Interrogantes que se quedaban abiertas hasta la noche, cuando, casi siempre en compañía de mi padre, escuchaba emisoras de radio donde hablaban exiliados y clandestinos, donde las voces de un tiempo distinto legaban más lejos y a la vez más cerca que los ecos de aquella España oficial tan carcomida.
En “Olegario” no sólo nos dábamos cita quienes anhelábamos el cambio, sino también quienes lo temían y rechazaban que adquirían prensa oficial pero no dejaban de reparar en las portadas de las publicaciones para ellos canallescas.
Jamás olvidaré el comentario de un ciudadano el día que llegó a Oviedo el primer número del diario “El País”, desprecio y rechazo, sí, pero también miedo al cambio que ya estaba en los quioscos.
Día a día, saliendo de aquel establecimiento de la calle Milicias, con los periódicos que publicaban los artículos de un Francisco Umbral que se repetía a sí mismo, y que, a veces, cambiaba el tono hasta la tragedia, cuando escribió acerca de la matanza de Atocha, cuando se hacía eco de la España más tenebrosa.
Día a día con Luis Apostua, su “jornada española”, desde un conservadurismo civilizado y más pulcro que el discurso oficial.
Salir de clase, comprar la prensa en “Olegario”, llegar a casa con periódicos y revistas bajo el brazo. Tinta fresca, papel con su inconfundible olor, fotografías para la historia.
El país cambiaba y, a pesar de todo, tenía quien le escribiera. Y lo escribiera.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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