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Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

Tragedia en la calle Uría

Hay cosas que obligan, hay cosas que no se pueden obviar. Hay ocasiones en que alguien tiene que dar la orden en un periódico de parar las máquinas, porque los acontecimientos así lo exigen. Hay momentos en los que un columnista debe aparcar el artículo que tenía preparado y sumarse a aquello que está sucediendo, porque no vale mirar para otro lado cuando lo que acaba de tener lugar lo eclipsa todo, en este caso, de forma desgarradora. Y es que acabo de tener noticia de la muerte en la calle Uría de un bombero que combatía el fuego que se declaró por la mañana . Ante un hecho de semejante calado, la opinión apenas tiene sitio, lo que pide a gritos expresarse es el dolor.

Más allá de la mala fortuna que se conjura para llevarse una vida por delante, más allá del riesgo inevitable que conllevan determinadas profesiones, y, en el caso que nos ocupa eso es obvio, no se puede dejar de pensar en las continuas manifestaciones que este colectivo viene haciendo en los últimos tiempos, manifestaciones en las que ponen de relieve la falta de medios que padecen.

Un mazazo, una tragedia, algo que nos estremece y que, sobre todo, nos paraliza.Un momento para ir más allá de lo cotidiano y detenerse a pensar en la transcendencia de la labor que desempeñan los bomberos.En situaciones como ésta, se caen muchas vendas y tomamos conciencia de lo importante, de lo verdaderamente esencial. Lo que se pensaba más actual se convierte –ipso facto- en anecdótico. Sólo cabe dejar constancia del dolor, un dolor que es pura impotencia, porque nada puede remediar. Un dolor que sería indecoroso ya hasta indecente esconder.

Un dolor punzante que plantea preguntas, un dolor que emite clamores y dignidades encaminados a comprometerse con eso que  tanto quieren denostar algunos y que tienen que ver con nuestra seguridad y bienestar. Un dolor que quiere ser discreto, pero que no puede enmudecer.

Lo escribió Daudet: “Si no hubiera suspiros, el mundo se ahogaría”. Benditos suspiros, benditos clamores que salen de estremecimientos cuya música desgañita a quienes lo emiten y que, en este caso, sí que somos todos.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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