El oviedismo reclama –y se merece- claridad. De entrada, en el juego de un equipo que hoy se mostró de principio a fin desorganizado. Para seguir, acaso sobren tantos entrenamientos a puerta cerrada, tanto oscurantismo a la hora de explicar por qué hay jugadores como Diegui que ni si siquiera son convocados. Para continuar, estaría bien que el entrenador se expresase con claridad, sobre todo, en el juego que desarrolla el equipo. Importa mucho más eso que ponerse solemne en las ruedas de prensa, hablando de lo imprescindible que es estudiar a fondo al rival de turno.
Pero vayamos al encuentro de esta tarde. Para empezar, Susaeta no fue hoy ni su sombra, ni en las jugadas a balón parado, ni tampoco en las acciones individuales. Y, por supuesto, eso se notó mucho. Por su lado, Michel sigue sin ir más allá del pase más sencillo y cercano, cuando a un director de orquesta se le pide que, al menos en alguna jugada, muestre visión y se anticipe a lo previsible. Sumemos a ello que Hervías no tuvo en su banda jugadas decisivas a la hora de desbordar al contrario y crear peligro sumo. Koné, en el tiempo que estuvo, luchó y ganó la acción a la defensa del Numancia.
Pocos detalles positivos que apuntar, entre ellos, que se notó algo más de empuje con la entrada en el campo de Edu Bedia y que a Linares no le faltaron ganas en el tiempo en el que pisó el césped. Lo mejor de todo, sin duda, la eficacia de Toché.
Se demanda claridad, la misma que tuvo Esteban con sus honestas y valientes declaraciones hace unos días. Se demanda claridad, para que podamos saber qué razones hay para que Diegui y Cristian Rivera no hayan sido ni siquiera convocados. Se demanda claridad para entender por qué hasta ahora no se ganó ni el en juego y ni en los resultados tras la marcha de Egea, en el supuesto de que el míster fuera un problema para el vestuario. Se demanda claridad, para no desesperarse viendo una forma de jugar en la que el Oviedo no tuvo el dominio del balón frente a un equipo que no demostró ser gran cosa futbolísticamente hablando, al menos en el partido de hoy.
Tres puntos balsámicos, sin duda, pero insuficientes para que el oviedismo recobre la confianza y la ilusión que, incomprensiblemente, parece haberse perdido.
Esperemos que el partido frente a la Ponferradina no haya sido un espejismo, porque no hay duda de que habrá contrarios que nos pondrán las cosas mucho más difíciles que el Numancia también en el Tartiere.
No nos puede quedar buen sabor de boca, tras haber perdido en Bilbao de la forma tan triste en la que fuimos derrotados y también tras el choque de hoy frente uno de los rivales más flojos que pisaron el Tartiere esta temporada.
Por favor, claridad. Por favor, calidad. Demasiada puerta cerrada y excesiva ausencia de detalles que nos inviten al optimismo.
No nos roben ni la ilusión ni el protagonismo. El oviedismo se merece respeto y complicidad.