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Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

Recuerdos de Oviedo: La Gruta y otras cercanías

«Si se pregunta a un melancólico cuál es la causa de su melancolía, de lo que le oprime, contestará que no lo sabe, que no puede explicarlo. En eso consiste lo infinito de la melancolía.» (Kierkegaard).

Para quienes íbamos y veníamos desde Oviedo al occidente de Asturias, hubo un tiempo en el que la primavera en la capital asturiana empezaba en la Gruta, y lo hacía con una boda como puesta en escena. En efecto, en aquellas tardes primaverales de los domingos, al regresar de Lanio, al pasar por delante de la Gruta, lo frecuente era encontrarse, no sabría precisar si antes o después del banquete nupcial, con una novia blanca y radiante rodeada de los suyos. Semejante estampa se prolongaba hasta noviembre.
Me tocó haber visto un sinfín de bodas al pasar por delante de la Gruta. Sin embargo, a la hora de recordar aquello, no observo variaciones en la imagen. Como si todas las bodas fueran iguales. Como si cada domingo se casase la misma novia. Les aseguro que no bromeo. Blanca y radiante con su ramo de flores. Ignoro si antes o después de posar para el fotógrafo. La imagen desde el coche apenas difería. La imagen desde el coche, con independencia de que el día estuviese más o menos despejado, parecía copia de la anterior. La imagen desde el coche era una síntesis entre el recordatorio y el momento presente.
A decir verdad, no me fijaba demasiado en aquello, no despertaba en mí un especial interés reparar en detalles que distinguieran una boda de otra, una novia de otra. Aquello formaba parte del paisaje. Aquello venía a ser una foto fija, como la del semáforo siempre cerrado muy cerca del Sanatorio Miñor. La diferencia está en que este último no cambió nada, siempre está en rojo en mi travesía en coche por Oviedo. Y, desde lejos, cuando veo algo en verde, es el que permite el paso hacia la calle Hermanos Pidal. O sea, una ilusión óptica, como quien ve un oasis en plena travesía del desierto. ¡Qué cosas!
La Gruta y otras cercanías. También resulta curioso que uno de los lugares más altos de Oviedo tenga semejante nombre y, sobre todo, que el establecimiento, y no en el nombre de la calle, en este caso de la plaza, sea la principal referencia. Por eso, desde siempre, la línea de autobuses que iba desde Colloto hasta la Plaza de Occidente hacía pensar en la Gruta. Y doy por hecho que esta nomenclatura no obedece a que se rinda homenaje a nuestra civilización, sino al lugar por donde discurre la ruta hacia el occidente de Asturias.
La Gruta y otras cercanías. A decir verdad, fueron muy pocas las ocasiones en las que entré en la Gruta, ello a pesar de haber sido un sitio de paso obligado yendo de camino hacia Lanio hasta que se inauguró el primer tramo de la autovía de la Espina entre Oviedo y Trubia, es decir, de la autovía de los aplazamientos continuos. Pero ésta es otra historia.
La Gruta y otras cercanías. Para quienes estamos vinculados al occidente de Asturias, Oviedo empieza en un alto. Oviedo empieza en la Gruta. Y es que hubo un tiempo en el que las gentes del occidente, a la hora de adquirir una vivienda en la capital, lo hacían, sobre todo, en Buenavista. Y es que hubo un tiempo el que, a la hora de establecerse en Oviedo, las gentes del occidente lo hacían pensando en la salida hacia sus orígenes y raíces, acaso ello obedeció a lo arraigado que estaba en cada cual la dificultad del viaje, tanto de ida como de vuelta, es decir, al aislamiento y las pésimas comunicaciones entre Oviedo y el occidente astur.

Así pues, los domingos tocaba ver una boda al pasar por delante de la Gruta, tras un viaje de regreso en el que el último tramo, desde Trubia, se hacía eterno por las caravanas de coches. Nunca está de más recordar que, entre los hechos diferenciales del occidente asturiano, se encuentra el haber tenido los peores accesos a la capital hasta el siglo XXI, cuando se inauguró el primer tramo de la autovía entre Oviedo y Trubia. Le hablo de nuevo de la autovía de la Espina, que en este momento está muy lejos de haber finalizado.
Pero volvamos a aquellos domingos en los que regresábamos de Lanio, a aquellos domingos primaverales en los que los días ya eran más largos, a aquellos domingos en los que el Oviedo no jugaba en el Carlos Tartiere, pues, en ese caso, la hora de vuelta era muy otra para poder acudir al partido que jugaba en casa el equipo azul.
Eran viajes con pena y nostalgia no sólo por haber dejado atrás el tiempo libre, sino también por marchar de Lanio en un momento en el que el Narcea no sólo estaba atestado de pescadores, sino también de truchas, reos y salmones, en un momento en que las vegas del bajo Narcea conocían esplendores en cuanto a su producción, en un momento en el que el despoblamiento no figuraba ni en la realidad ni en el horizonte.
Bien pensado, al pie mismo de la Gruta estaba el primer apeadero de Oviedo para todas las gentes del occidente de Asturias. Allí, los autobuses de viajeros tenían su primera parada al regreso, y su última parada en la ciudad. Muy cerca del antiguo complejo hospitalario, también había otra parada. Se viajaba a la capital, bien para hacer gestiones, bien para visitar a algún enfermo. Y, por otra parte, cuando se nos hacía tarde para llegar a la estación de los Alsas, siempre quedaba como opción última acercarse a la Gruta para no quedarnos en tierra.
La Gruta y otras cercanías. Ya ven: bodas y viajes, que no viaje de bodas, aunque vayan ustedes a saber.
¿Sería disparatado contemplar, como hipótesis de trabajo, la teoría de que la Gruta simboliza sobre todo un desposorio entre Oviedo y el Occidente de Asturias?

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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