La tarde en Oviedo, después de una mañana soleada, se nubló. ¡Ay, esas nubes que cubrían el cielo del Tartiere, horas antes de empezar el partido! ¡Ay, tarde asturiana con el añadido del anticipo de la melancolía septembrina que ya se puede percibir!
Desde luego, no había motivos para la euforia tras el primer encuentro jugado en Valladolid. Tampoco lo había, cierto es, para el catastrofismo que nunca nos abandona.
Desde luego, la primera parte en su conjunto fue soporífera y no se prodigó a la hora de dar alegrías al oviedismo; no se prodigó no sólo porque no marcamos goles, sino también porque el juego distaba mucho de ser brillante.
Por fortuna, tras el descanso, el Oviedo apretó, el Almería se atrincheraba, y las expectativas en las gradas empezaron a mejorar hasta que sobrevino el gol de Nando, que tuvo su estética: se diría que el balón se dejó acariciar por el pie del jugador azul y llegó al destino deseado, sobando el poste contrario desde el que se produjo el lanzamiento.
Acaso fue el gol fue el primer lance del partido con su no sé qué estético, un no sé qué estético que, por cierto, hoy el faltó a Susaeta.
El Oviedo empezó a gustarse, la afición disfrutaba de una victoria que había que confirmar, como sucedió con el gol de Toché, un Toché que hasta entonces había luchado lo indecible, pero no parecía estar en su mejor momento de pegada.
En proyecto, un equipo que está lejos de explotar su potencial, un potencial en el que queremos creer. En este sentido, hay unos cuantos detalles que merecen ser consignados: cumplió Varela en su debut. Por su lado, Fernández, al que la afición no le manifiesta un especial cariño tras el ambiente enrarecido que se formó el año pasado, hizo hoy un buen partido, tanto en sus labores defensivas como en sus incorporaciones por banda.
Nando tiene velocidad y clase. Erice, que estuvo en su línea, sin desarrollar un juego deslumbrante, al margen de otras consideraciones, tengo para mí que contribuye no sólo con su juego, sino también con sus gestos y palabras, a ordenar al equipo en el campo.
No hay ninguna pega que poner al nuevo guardameta, ni tampoco al defensa Gil que entró en el campo tras la lesión de Verdés. Por su parte, confieso que esperaba más de Torró como director de orquesta. Habrá que darle tiempo. Y tampoco hay que soslayar la velocidad de Alaniz, la lucha de Linares, así como la presencia en el once titular de un Pereira, del que también esperamos más.
En la segunda parte, se vio a un Oviedo que se encontró a sí mismo tras una primera parte en exceso roma. A un Oviedo que, insisto, está –y queremos que esté- en fase de crecimiento.
Nueva temporada en la que hay que dejar atrás el fracaso de la anterior en la última fase de la liga. El proyecto está ahí. Toca encomendarse a las legendarias glorias azules para que cuaje. Tiene que cuajar.