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Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

Recuerdos de Oviedo: Lluís Llach en El Fontán

«Perder nuestro nombre es como perder nuestra sombra; ser sólo nuestro nombre es reducirnos a ser sombra». (Octavio Paz)

En años inmediatamente anteriores, siendo Masip Alcalde, y con los chiringuitos incorporados a las fiestas mateínas, ya habían cantado en Oviedo Aute y Serrat. En el 85, le tocó el turno a Lluís Llach, que actuó en El Fontán. Tuve la suerte de entrevistarlo para una revista horas antes de que el concierto diese comienzo. Puedo decir que la conversación fue muy interesante y que se mostró en todo momento ameno y afable.

Entre los muchos asuntos que surgieron en la conversación, recuerdo que Llach estaba muy orgulloso de haber tenido como público a nada menos que a Sartre en una actuación suya en el país vecino. Y, por otro lado, cuando le planteé las contradicciones en las que se puede incurrir por ser, a un tiempo, nacionalista y de izquierdas, sin que vaya a resumir aquí sus planteamientos de aquel momento, puedo decir que se mostró dialogante sin parapetarse en maximalismos que cierran toda posible discusión. Por otro lado, tenía muy claro el derechismo de Pujol.

Hablamos también de Serrat, de Patxi Andión, de Raimon. No es el momento de entrar a fondo en detalles, pero me resultó muy significativa su distancia con Serrat, con un Serrat que era mucho menos crítico que Llach con respecto al PSOE y al PSC. ¡Ay!

Lo dicho: estábamos en 1985. Si no recuerdo mal, Felipe González ya había decidido navegaciones veraniegas en el ‘Azor’. Aquello dejó a más de medio país patidifuso. Y fue precisamente Llach quien denunció al entonces presidente del Gobierno por incumplimiento de contrato electoral o algo similar.

Un Llach que seguía siendo combativo y que no se mostraba entusiasmado con los incumplimientos del felipismo que, ya entonces, no eran pocos. Un Llach que pedía en una de sus canciones entonces más recientes que no se abaratasen los sueños, hermosa canción, a decir verdad. Un Llach que había compuesto el año anterior una memorable canción de amor. Hablamos de ‘T’estimo’. Un Llach que no estaba dispuesto a dejar de ser combativo.

Como era de esperar, entre canción y canción, en el concierto del que estamos hablando, se dirigía al público explicando los contenidos de lo que estábamos a punto de oír. ¿Cómo no recordar la mención que hizo a su abuelo antes de cantar ‘L’Estaca’, cuyos acordes nos llevaban a sueños y esperanzas, a sueños de libertad, a tiempos y a momentos en los que estábamos persuadidos de que había cosas manifiestamente irrenunciables? Inolvidable fue también la mención que hizo a Fraga antes de cantar ‘Campanades a morts’, canción que surgió a resultas de un conflicto entre trabajadores y policías que se saldó con cinco obreros muertos y cuarenta heridos en Vitoria. Aquello sucedió el 3 de marzo de 1976, siendo Fraga ministro del Interior del primer Gobierno de la monarquía que presidía Arias Navarro.

Lluís Llach en El Fontán. No solo música, también las letras de muchas canciones que siguen formando parte de nuestra educación sentimental. Y es que nosotros, o muchos de nosotros, de los de entonces, sí que seguimos siendo los mismos. Distinta cosa es que lo continúen siendo la mayoría de quienes pusieron música y letras a muchos de nuestros afanes y desvelos.

Lluís Llach en El Fontán. Ver entonces la botella medio vacía era visto por muchos como un criticismo excesivo. Llevábamos una década sin Franco. El golpe de Estado de Tejero y compañía había sido conjurado. Además, la izquierda gobernaba tras haber conseguido una irrepetible victoria en octubre del 82. Digo la izquierda, porque para nosotros, los de entonces, el PSOE seguía siendo aún un partido de izquierdas a pesar de incumplimientos y no pocas decepciones.

Muchos de los que acudimos a aquel concierto no estábamos aún indignados, pero el escepticismo y el desencanto ganaban –¿a qué negarlo?– terreno. Y Lluís Llach era todo un referente no solo por la calidad de su obra musical, no solo por su trayectoria inequívocamente antifranquista, sino también por su actitud crítica y nada complaciente con lo que estaba pasando.

Educación sentimental, digo. Y es que, miren ustedes, pertenecemos a una generación en la que el amor y las ansias por un mundo mejor o, si se prefiere, los ideales políticos, tenían la misma voz. Canciones de amor, combates por las libertades. El mismo himno, las mismas voces, los mismos ecos.

Educación sentimental, digo. Vibrábamos con ‘L’Estaca’. Escuchando ‘T’estimo’, encontrábamos la letra y la música que nos llevaba al amor, al que estábamos viviendo y disfrutando y al sentimiento que, desde siempre, conmovió al mundo y lo movió.

No, no fuimos la generación de la paz y el amor, que llegó a hacerse caricaturesco y ñoño. En nuestro caso, el amor y las libertades fueron de la mano, tuvieron su música, la compartieron. Y, a este respecto, hay que decir que Llach está omnipresente en nuestra educación sentimental.

Llach en El Fontán, en mitad de la década de los ochenta, y en Oviedo, en aquel Oviedo que había festejado por todo lo alto el centenario de ‘La Regenta’. En aquel Oviedo que, al principio de la misma década, había celebrado también el centenario del nacimiento de Pérez de Ayala, acaso el escritor que mejor describió nuestra tierra. Sin duda, uno de los mejores prosistas del siglo XX.

A la salida del concierto, Oviedo era una fiesta. Desde una terraza en el casco antiguo, contemplando el espectáculo del continuo vaivén de gentes que iban de chiringuito en chiringuito, no era difícil poner música a todo aquello, incorporar los acordes de ‘L’Estaca’, y pensar y soñar que lo irrenunciable se podía conseguir luchando.

Más tarde, en plena madrugada, algunas canciones de amor no solo nos envolvían, sino que además nos removían por dentro. ‘T’estimo’ estaba entre ellas. Envolvía, aterciopelaba lo que los ojos querían decir, desentumecía aquello que se resistía a expresarse sin ruido, sin furia, pero con contundencia y empuje.

Amar, amarnos, estimar, estimarnos, compartiendo sueños. Dos registros, amor e ideales, sin salirnos del mismo concierto, de la misma voz.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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