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Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

Recuerdos de Oviedo: Simago

«Hay un vínculo secreto entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido: el grado de lentitud es directamente proporcional a la intensidad de la memoria; el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido». (Kundera)

ISABEL TUÑÓNLa primera vez que entré en Simago, en lugar de tener la sensación de que aquello era algo novedoso y distinto con respecto a lo que antes conocía, me pareció que tanto el decorado como la atmósfera que allí se respiraba venían de lejos, o, más bien, que no se percibía voluntad de transmitir a la clientela, presente y potencial, que estaban ante algo novedoso, distinto a lo acostumbrado.

Y, bien mirado, aquello sí que era distinto a los supermercados y tiendas tradicionales. Y lo era no solo por el tamaño, pues sus dimensiones superaban con creces lo habitual, sino también porque allí se podían adquirir productos muy distintos, porque aquello era un inequívoco anticipo de las grandes superficies que vendrían después. Sin embargo, acaso le faltase voluntad de estilo para que los que por allí deambulaban se sintiesen en un establecimiento que rompía moldes. Un espacio amplio sin ambientación con guiños.

Por lo que leí, parece que Simago tuvo una ubicación anterior a la que todos conocimos, esto es, a la de la calle Uría. Pero no la conocí.

Y, transcurrido el tiempo, es fácil percatarse de que era todo un lujo que se pudiera acceder a un establecimiento comercial de esas dimensiones sin necesidad del coche o del transporte público.

Simago, calle Uría. Desde nuestra casa en la calle Toreno, estaba cerca. Y se hacía allí no pequeña parte de la compra. ¿Cómo olvidar determinadas anécdotas que nos contaban el mismo día o la misma tarde? ¿Cómo olvidar las palomitas que, he de confesarlo, nunca me gustaron, pero que eran una referencia cuando se hablaba de Simago? ¿Y cómo no tener presente aquel personaje, clásico de las calles céntricas de Oviedo en los 70 y principios de los 80, que casi siempre llevaba en la mano un libro al tiempo que comía palomitas? Les hablo de alguien de quien se decía que había sufrido trastornos por estudiar tanto, de uno más, pues esa leyenda se repite en muchos lugares. A fuerza de verlo con tanta frecuencia no solo formaba parte del paisaje, sino que además resultaba familiar y entrañable.

Simago, calle Uría. En una ciudad en la que la voluntad de estilo nunca dejó de ser una nota dominante, el establecimiento que nos ocupa tuvo, sin duda, un indudable mérito, como fue el haber triunfado comercialmente sin que para ello tuviese que adaptarse a molde estético alguno. Los precios, según se decía, eran, por lo común, más baratos que en los supermercados tradicionales, y además, había de todo en lo que a distintas secciones se refiere.

¿Y cómo no referirse a determinadas leyendas sobre Simago? ¿Cuánta gente contó que había comprado la correspondiente botella de champan allí cuando el dictador agonizaba? Tengo para mí que, de ser verdad aquello, se habrían agotado las existencias en Oviedo. ¿Cómo negar que tenía su gracia lo que se decía del color, más bien de la falta de color, de los pollos que allí se vendían? ¿Quién no se hizo en aquellos años una foto rápida allí cerca? Bien sabe Dios que aquellos aparatejos, que en su momento llegaron a formar parte del mobiliario urbano, no se caracterizaban por hacer unas fotos muy favorecedoras, pero allí no había libro de reclamaciones. Si lo que se buscaba era la rapidez, hacían su servicio. Pero lo que de allí salía no tenía remedio alguno.

A principios de los 80, cuando se abrió el centro Comercial Salesas, quizás comenzó el declive de Simago, al menos en Oviedo. Se podían abrir grandes centros comerciales, sin que ello estuviese reñido con la voluntad de estilo y ofrecer a la clientela un espacio acogedor.

Con independencia de lo que fue la historia de la firma comercial, que acabó siendo vendida a otra marca, tengo para mí, al menos tomando Oviedo como referencia, que el auge de Simago fueron los años 70, la década de esplendores varios en lo que al progreso técnico se refiere, la década que, aun lastrada por la crisis del petróleo, miraba hacia adelante y no se planteaba horizontes regresivos.

Y, en lo que a vivencias personales se refiere, asocio Simago a momentos que tuvieron lugar a última hora de la mañana, sobre todo, regresando de la facultad a casa, desviándome algo del camino para comprar refrescos, cervezas o frutos secos. Poca cosa, a decir verdad.

La máquina de palomitas no paraba. Había gentes que charlaban a la salida del centro comercial, por lo común, con sus respectivos carritos de la compra.

En una ocasión, nada más entrar, al ver tantas colas en las cajas, decidí salir a tomar algo al Rívoli, en espera de que aquello se desahogase. Al regresar, las colas habían desaparecido casi por completo. Me llamó la atención el cargamento de botellas de vino que llevaba un señor, justo el que tenía delante de mí. Y, cuando le facturaron la compra, todo el dinero que reunió entre la cartera y el monedero no alcanzaba lo marcado por el tique. Creo recordar que tuvo que llevar botellas a su sitio. De modo y manera que, aun sin cola, la espera fue larga. A la salida, me reí de mí mismo. En otra ocasión, esta vez avanzada la tarde, acompañé a alguien a hacerse la foto de carné en la máquina ya nombrada. El resultado fue descacharrante. Y decidimos ir a un estudio fotográfico para sacudirnos el bochorno. El estudio estaba en la calle Palacio Valdés. Y el resultado fue muy distinto, si bien es cierto que el personaje que hacía de fotógrafo era francamente peculiar.

Si me propongo recordar Simago, cierro los ojos y veo aquel personaje del que les hablé con su bolsa de palomitas, su viejo abrigo y su libro de Kant. Si me propongo recordar Simago, cierro los ojos y me emplazo en aquellos años setenta de tantas pasiones y risas en medio de un mundo que no quería seguir sesteando.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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