Hasta el día dos de noviembre en el espacio artístico “DeCero en Oviedo” puede visitarse la exposición fotográfica “Fin de certidumbres”, de Fina Menéndez. Puedo aseverar que la contemplación del conjunto de fotografías que la autora ha seleccionado proporcionará no sólo un goce estético importante, sino que además contribuirá a adentrarnos aún más en la magia y en la poética de nuestro paisaje, magia y poética que se nos presentan con un envoltorio muy nuestro, esto es, con la niebla.
“Fin de certidumbres” es, en efecto, un título muy apropiado porque las fotografías expuestas nos adentran en la niebla, nos llevan a acompañar a la artista por ese escenario sobre el que la niebla ha puesto el velo volviéndolo, si no invisible, sí al menos borroso y enigmático.
Poética, digo, la de la niebla, que tiene su no sé qué melancólico, su no sé qué de incertidumbre, su no sé qué de gasa aterciopelada, su tersura. Niebla que a veces combate con el sol, que, a veces, lo apodera todo.
Tal y como están ubicados los cuadros en la sala donde se exponen, nos encontramos, en primer término con una fotografía que muestra un paisaje otoñal con su hojarasca. Una carretera, estrecha y serpenteante, y, al final, esa curva que parece anunciar un abismo, abismo que se suaviza levemente con los árboles y ramas con vocación protectora. Esta primera fotografía retrata un rincón cercano a Banduxo, el pueblo de su madre.
Las restantes tienen como protagonista su pueblo, Villamarín de Salcedo, en el Valle del Cubia, cerca de Grao. Y, en ellas, la arboleda tiene su omnipresencia, especialmente, fresnos y abedules. Las hojas de los primeros, que recuerdan a la ornamentación oriental, frente a ese color blanquecino de los troncos de los abedules con su no sé qué de cadavérico. Todo ello, entre el otoño y el invierno.
Hay dos fotografías de cumbres que están ubicadas fuera de la serie, y que tampoco nos dejan indiferentes.
“Fin de certidumbres”, una poética de la niebla y del paisaje de nuestros valles. Una exposición que debe ser visitada, a poco que nos interese nuestro paisaje, porque capta envidiablemente misterios, matices, melancolías y ayes.