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Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

Ese semáforo

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«Ya no espero que pase la tormenta, aprendí a caminar bajo la lluvia». (Nietzsche).

La historia es muy reciente, sucedió en una de esas primeras tardes de noviembre anteriores al pasado fin de semana, tardes que fueron un regalo que nos concedió el verano prorrogándose y prologándose. Tardes que, de otro lado, fueron el prólogo de la invernada que nos asoló hace muy pocos días.

La historia es muy cercana, tuvo lugar en el cogollo mismo de Oviedo, en el semáforo que comunica el Paseo de los Álamos con la calle Milicias, atravesando Uría.

Hacía calor, y, teniendo en cuenta lo que es la relatividad del tiempo, a quienes esperábamos para cruzar peatonalmente, la espera se nos hizo larga. No hacía falta decirlo con palabras, lo expresaban los semblantes. Una mujer elegante, de mediana edad, que vestía una chaqueta roja con envidiable hechura, echaba pestes contra el “tripartito”, (así es la denominación con la que continuamente se llama al Gobierno municipal de Oviedo) por el “plan” que tenían para reducir el tráfico en  los alrededores del Campo de San Francisco.

Me pareció contradictorio que, por un lado, se mostrase impaciente en espera de que el semáforo se pusiese en verde y que, por otra parte, rechazase a priori que se estudie la forma de aliviar esas calles de coches para favorecer el tránsito peatonal, para hacerlo más cómodo.

Acto seguido, su interlocutora, que no parecía estar muy dispuesta a contradecirla, añadió que, “con lo guapo que estaba Oviedo gracias a Gabino, a éstos sólo les quedan inventos y cosas raras para hacerse notar”.

Así pues, no se tenían en cuenta ni los pufos a los que tenemos que hacer frente, ni la abigarrada estética gabiniana que creó escuela en Asturias, ni las formas chuscas con las que se gobernó la ciudad durante casi dos décadas y media. Ante todo, los tópicos y el maniqueísmo.

Por fin, el semáforo se puso en verde. Unos jóvenes estaban abstraídos con sus respectivos móviles esperando el autobús en la marquesina de la calle Uría. La terraza de la Mallorquina estaba llena de gente. Dos chicas flanqueaban a Allen posando para una foto que les hizo desde un móvil un transeúnte a quien le pidieron que inmortalizase tan memorable instante.

Iba por la calle Milicias camino de la plaza del Carbayón cuando sonó mi móvil. Un antiguo compañero de colegio acababa de verme pasar  en el momento en que abandonaba la terraza del establecimiento al que acabo de hacer mención.

Nos saludamos, con ese “decíamos ayer” que es tan propio entre los amigos de la infancia. Me pidió que lo acompañase hasta su coche que tenía aparcado en la calle Toreno, para mostrarme una foto de nuestra adolescencia en el curso en el que coincidimos a los trece años, aquel tercero de bachillerato del que, académicamente, compartíamos un amargo recuerdo de un profesor de matemáticas profundamente antipático.

De vuelta, en el semáforo, también la espera se nos hizo larga. Tras un silencio breve, la luz verde nos dio paso. Apenas habíamos dejado la acera, cuando un motorista que pasó en rojo a toda velocidad, a punto estuvo de atropellar a una señora mayor que caminaba despacio apoyándose en un elegante bastón.

Me pregunté si aquella ciudadana sería una incondicional votante de Gabino de Lorenzo.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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