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Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

Recuerdos de Oviedo: Pub Corners: Aquellos sobres de azúcar

“Las cartas de amor se empiezan sin saber lo que se va a decir y se terminan sin saber lo que se ha dicho”. (Rousseau).

 

Pub Corners. Era –y sigue siendo- el pub de la esquina. Era –y sigue siendo- uno de esos locales marcados por la voluntad de estilo no sólo en su aspecto exterior sino también en la disposición del mobiliario, y, por supuesto, en el mobiliario mismo donde la comodidad y la estética en nada desentonan. Era –y sigue siendo- uno de esos locales en los que la liturgia para servir una copa sigue un manual de estilo que no renuncia en ningún detalle a la elegancia. Era –y sigue siendo- un establecimiento donde la buena música constituye todo un grato acompañamiento a conversaciones y a silencios, a soledades y  a acompañamientos. Era y sigue siendo uno de esos locales donde la estridencia no tiene sitio.

Pub Corners, esquina privilegiada, en la que la huella de Chus Quirós se hace notar, y no poco. En algún momento se harán estudios acerca de la obra de este artista autodidacta que, según escribió Juan Cueto Alas en su “Guía secreta de Asturias”, fue “el mejor creador de decorados que existe por estos pagos”. Pues bien, la mayor parte de esos decorados tienen un protagonismo mayúsculo en episodios memorables de varias generaciones de ovetenses. ¡Cuántas veces recordamos conversaciones decisivas alrededor de una copa! ¡Cuántas veces rendimos culto a determinados templos de la noche!

Pues bien, el pub del que vengo hablando es uno de esos templos de la noche vetustense. Era un pub que, al igual que Picos, estaba ubicado lejos del Oviedo antiguo. Y, en ese sentido, su soledad lo hacía más atractivo. No se entraba allí siguiendo una ruta, no era un establecimiento más ubicado en una zona con locales de atmósfera más o menos equivalente. No, se trataba de muy distinta cosa.

Recuerdo la primera vez que entré, justo después de salir del cine Brooklyn, sesión de noche, claro está. Como bien se sabe, si la película no nos disgustó, lleva su tiempo volver a la realidad y almacenar lo visto en la memoria. Por eso, al acomodarnos en la barra, sin necesidad de conversar, éramos conscientes de que tocaba tomarse un tiempo para digerir la película, para procesarla como una vivencia más.

Puedo decir que nos agradó ver la disposición de las botellas, que tenían, como el resto del local, una luz muy apropiada, la misma que hace de compañía a los sueños, la misma que ilumina espacios donde no existe la prisa, donde no tiene cabida estar pendientes del reloj. Botelleros que son una hornacina, a modo de altar de lo que puede dar de sí el cristal moldeado que alcanza la forma de botellas genuinas que consiguen  la mejor tonalidad  con la luz más apropiada.

Así pues, aquellas copas, servidas con elegancia, cuya presentación era toda una puesta en escena de la voluntad de estilo, constituyeron el mejor acompañamiento posible en ese  proceso tan singular que consiste en ir digiriendo una película cuya historia entró en nosotros con su no sé qué de hipnosis.

Bien mirado, si hay algo infinito en el ser humano es la capacidad para engullir historias, pues diría que nunca se agota o que, al menos, malo sería que se llenase sin dejar huecos.

Era una historia de amor la película que habíamos visto. Distaba mucho de ser una obra maestra, pero ni cansaba, ni empalagaba ni indigestaba.  Diríamos que la banda sonora de una película que no nos desagrada sigue con nosotros y que es deseable que ningún acontecimiento real nos arranque de cuajo de ese momento.

Era -fue- una noche de marzo de 1985, una noche de sábado en la que se adelantaba la hora, noche acortada que daba paso a la primavera.

Conversación acerca de música y cine, de poemas y novelas, de pensamiento e historia, todo en dosis tan pequeñas como intensas, todo en busca de esencias varias, diversas y dispersas.

Al rememorar aquella noche, no puedo dejar de pensar que, en este momento, en el pub del que vengo hablando, se puede disfrutar de conciertos de piano. ¿Cómo no recordar la memorable canción que habla del hombre del piano? ¿Cómo no recordar la magia de sus teclados, la voluntad de estilo que siempre va con ellos?

Aquella noche recordamos la referida canción, aquella noche hicimos nuestro relato y nuestra semblanza del hombre del piano. Aquella noche abandonamos el pub sabiendo que dejábamos atrás una etapa de la vida.

Aquella noche, alguien regresó al pub. Urgía hacerse con sendos sobres de azúcar para endulzar dos tazas de café con las que tocaba empezar el día. Petición atípica que fue satisfecha.

Horas antes, las copas. Horas después, los cafés. Por el medio, la música, la charla, la confidencia.

Pasar de lo aguardentoso de las copas, al café con azúcar. Pasar de la noche a los previos al día, y hacerlo en compañía de café. Un café que contó con azúcar regalado en aquel pub.

Intento recordar cómo eran aquellos sobres de café, si tenían propaganda, si venía algo escrito en ellos. Si su envoltorio suponía algún guiño. Y confieso que lamento no haberme fijado en los mencionados sobres, no haberlos fotografiado en la memoria.

Aquellos sobres de azúcar tenían música. En ellos estaba la película que habíamos visto, las canciones que nos habían acompañado. La elegancia de pub en el que nos despedimos, por dos veces, de aquella noche.

Al salir del pub, con los sobres de azúcar, recordé que, frente a Corners, hubo un discoteca en la que, por razones de edad, nunca entré. Si no me traiciona la memoria, se llamaba “Faust”. No se anunciaba ningún infierno. Dante y Goethe sólo nombres que figuraban en las enciclopedias. Pero aquello atraía.

Aquellos sobres de azúcar. Aquella noche en Corners. Liturgias varias. Liturgias redundantemente solemnes .

¿Dónde estaba y qué hacía el hombre del piano? ¿Dónde estaba aquella carta de amor que escribimos sin teclas ni bolígrafos, mientras escuchábamos a Pink Floyd?

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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