Invernada, aguaceros, granizo. Tarde gélida en un estadio que acusa más de lo debido el frío y el agua. Aun así, el césped no presentaba un estado tan impracticable como se podía temer. Aun así, el partido arrancó con una intensidad electrizante, cumpliendo el guion de que se trataba de un encuentro de emociones fuertes.
Todos sabíamos que en un derbi no cuenta la trayectoria de los últimos choques ni tampoco resulta decisivo llegar en mejor momento al encuentro. La incertidumbre, con un grado de emoción no pequeño, estaba presente en ambas aficiones.
Pero, más allá de lo que fue el juego durante los 93 minutos jugados, lo esencial, a mi juicio, era que le tocaba ganar al Oviedo, haciendo justicia poética a esa abnegada afición que no abandonó al equipo ni siquiera cuando, desde determinadas instancias, se apostaba por hacerlo desaparecer. A todas esas personas que siguieron apoyando al Oviedo de su vida en campos de Tercera división y de Segunda B, sufriendo derrotas humillantes , tenía que llegarles el desquite de poder presenciar que su Real Oviedo del alma volvía al fútbol profesional y se metía en una dinámica en el que el sueño de regresar a la División de Honor no es, por fin, una quimera. La inyección moral de ganar un derbi que se hizo esperar el tiempo que marca una generación, casi 15 años, es prodigiosa. También el recuerdo para todos aquellos seguidores azules que, por desgracia, no pudieron estar presentes para disfrutar del partido de hoy.
Partido intenso, como digo, en el que el Sporting consiguió adelantarse. Pero, una vez más, el Oviedo no se vino abajo y demostró, que iba a por el partido. Ahí estuvo el empate de Mossa, jugador hoy providencial que, nada más comenzar el segundo tiempo, marcó un auténtico golazo que sería el definitivo y que daría esta victoria al Oviedo que, insisto, es justicia poética, pensando en esa sufrida afición que en todo momento se agarró a las glorias de este club, convencidos de que, en algún momento, se saldría del pozo.
Frente al estado del terreno de juego, frente a un Sporting que no nos lo puso nada fácil, frente a todas las adversidades, se consiguió la victoria más anhelada desde que se produjo el hundimiento del Oviedo.
No estaba el terreno de juego para hacer florituras, para exhibiciones técnicas de las que son capaces jugadores como Saúl y Aarón, pero, a pesar de todo ello, se vio el mejor fútbol que los elementos permitían llevar a cabo.
Tocaba ganar, con sufrimiento, con incertidumbre, ante un Sporting que se mostró ambicioso y que luchó también de principio a fin.
Jonny dio la talla y creo quebraderos de cabeza a la defensa oviedista, una defensa en la que Forlín es toda una garantía.
También tocaba disfrutar el estreno de Fabrinni en un partido oficial, que a punto estuvo de marcar un gol en la última jugada del encuentro.
Lo dicho: por justicia poética, tocaba ganar.
Y que el próximo derbi sea en Primera división.