Hubo un momento, hace de esto varias décadas, en el que veteranos periodistas del fútbol, ante el auge del juego en el centro del campo, hablaban de «centrocuentismo» en el fútbol. No sé qué grado de acierto había en tal planteamiento, pero estoy convencido de que, si se tomasen un tiempo en analizar el juego del Oviedo de este año, frente al llevado a cabo durante la pasada campaña, matizarían sus posturas.

Porque, en los tres partidos jugados en lo que va de temporada, fundamentalmente en el disputado contra el Cádiz, el mayor poderío del equipo azul está, sin duda alguna, en el centro del campo. En el Ramón de Carranza, Tejera cuajó un encuentro soberbio y su gol en el descuento fue, ante todo y sobre todo, pura justicia poética para una actuación memorable en la que derrochó una condición física envidiable, en la que demostró una calidad técnica indiscutible, en la que exhibió una capacidad de lucha épica.

En efecto, en el Oviedo actual, hay centro del campo, y en Cádiz Tejera y Boateng hicieron un partido excepcional. No solo se neutraliza el juego del contrario, como hacía Folch, jornada tras jornada, en la temporada anterior, sino que además la batuta del fútbol carbayón está en los nuevos centrocampistas que no se conforman con defender, sino que además reivindican la batuta y dirigen bien.