Tras el desastroso partido que hicimos ante el Elche, en Alcorcón, al menos en lo que se refiere al resultado, la mala racha se confirmó. Bien es verdad que el segundo gol de rival, espléndidamente transformado, llegó a resultas de una falta señalada por el árbitro que no existió. No es menos cierto que se le anuló un gol a Joselu que, por lo que parece, fue legal. Aun así, estuvimos muy lejos de haber hecho un buen partido. No resulta fácil de entender que haya habido momentos del encuentro en el que el Oviedo estuvo a merced del contrario y que el centro del campo, que tanto se reforzó, naufrague de forma inquietante. Ya no nos vale decir que a domicilio el ‘once’ carbayón cumple en cuanto a juego desplegado y a resultados obtenidos, porque ese sortilegio se perdió en Alcorcón. Y, del mismo modo que, como dije más arriba, hubo decisiones arbitrales que nos perjudicaron claramente, tampoco hay que perder de vista que el rival dispuso de ocasiones muy claras en las que pudo haber marcado más goles.
Por otra parte, debutó Alanís, con lo que Anquela dejó a Mossa fuera de la titularidad, poniendo a Christian de lateral izquierdo, debut que se malogró al lesionarse el internacional mejicano a los 17 minutos del partido. Curiosamente, el primer gran bajón del Oviedo vino a partir de la salida del campo del defensa debutante, como si el equipo se desconcentrase de forma un tanto incomprensible.
Tiene razón Anquela al señalar que al Oviedo le faltó acierto, pero no hay que perder de vista que falta coordinación, que no hay sosiego en a la hora de elaborar jugadas, que se echa de menos mayor intensidad en los marcajes, falta, en suma, una imagen de un equipo con complicidad, que sabe bien lo que quiere y que tiene un estilo propio.
No lo vamos a negar: estamos en crisis de juego y de resultados. Hay tiempo más que suficiente para mejorar y convertirnos en el equipo que nos gustaría ser. No hay que perder de vista tampoco que la temporada pasada también pasamos por situaciones similares.
Sería deseable también que no cundiese el nerviosismo. Es muy pronto para perder la compostura y para que la inseguridad y la crispación nos apoderen. En la plantilla, hay calidad. En el banquillo, hay un entrenador que conoce bien la categoría y que, a lo largo de su trayectoria, demostró oficio.
Esto tiene que cambiar. Mimbres para ello atesoramos.