Borges, hablando de los peronistas, decía que eran, ante todo y sobre todo, incorregibles. Algo de eso hay en el Real Oviedo de esta temporada. ¿Cómo es posible que un saque de esquina del contrario tenga, estadísticamente hablando, tanto peligro como un penalti? ¿Cuántos goles encajados llevamos tras un córner? Goles encajados en los que la defensa carbayona deja rematar a placer al rival de turno. Desde luego, la teoría está muy clara: no es de recibo que nos venga pasando esto en la inmensa mayoría de los encuentros que llevamos disputados. Pero, obviamente, ya va siendo hora de pasar de las palabras a los hechos. Ya va siendo hora de tomarse en serio que no podemos jugar defensivamente así, que la famosa ‘intensidad’, que, para el míster es innegociable, hay que aplicarla, sobre todo, en esos lances.

Por lo demás, hay excusas que no sirven. Por mucho que se haya presionado al rival antes de encajar el primer gol en contra, si no somos capaces de aprovechar las pocas oportunidades que generamos y si, por otro lado, hacemos regalos en las jugadas a balón parado del contrario, lo cierto es que seguiremos siendo un equipo vulnerable y perdedor.

Quienes tienen la generosidad de leerme saben que no soy proclive al derrotismo, lo que no quiere decir que no vea la realidad. Y es que, si no corregimos esa vulnerabilidad, que venimos mostrando en la mayor parte de los partidos hasta ahora disputados, es de temer que ésta sea la peor temporada del Oviedo desde nuestro regreso al fútbol profesional.