“El movimiento veloz que agita el mundo no se oye sino andando”. (Lamennais).

Cuando estamos en la recta final de esta Legislatura, el Ayuntamiento manifiesta su voluntad de trasladar el Archivo municipal al antiguo Claustro del Monasterio de la Vega, punto de partida de la recuperación de esos terrenos y edificios, de cuya potencialidad para el crecimiento de la ciudad nadie duda.

De momento, no es más que una propuesta que parece razonable, dado que la actual ubicación del mencionado Archivo no es la mejor posible. Y, ante todo y sobre todo, de la misma manera que la primera piedra de un edificio tiene un enorme valor simbólico, el hecho que se plantee esta iniciativa lo encuentro muy afortunado, pues ello significaría que la documentación que atestigua y preserva la historia de nuestra ciudad se ubicaría en un enclave que, al mismo tiempo, nos lleva a un pasado legendario y también a una apuesta de futuro.

Porque, más allá de las trifulcas entre los políticos de turno, creo que nadie pone en tela de juicio que el futuro de Oviedo pasa indefectiblemente del destino que se quiera adjudicar a los antiguos terrenos de la Fábrica de la Vega, a los terrenos y a sus inmuebles.

Se puede argüir –y es cierto- que esto tendría que haberse empezado mucho antes. Aun así, nunca es tarde para una decisión acertada.

Y, por encima de otras muchas consideraciones, lo que toca ahora es felicitarse por un desbloqueo que supone la apertura de negociaciones y, a partir de ahí, sería fantástico alcanzar acuerdos sobre la postura del Consistorio en las mencionadas negociaciones, así como sobre los proyectos para estos terrenos e inmuebles.

Lo dicho: no es sólo recuperar unos terrenos y unos inmuebles que fueron decisivos en la historia de nuestra ciudad, sino que además el futuro de Oviedo pasa por ellos.

Miren ustedes por dónde, esta vez, sí que conviene hacer mudanza en tiempos de tribulación, sí que conviene que el Ayuntamiento tenga presencia en los mencionados terrenos e inmuebles.

Sufrimos, en efecto, tiempos de tribulación, de estridencias, de agitaciones, de mediocridad, de desigualdades, de crisis. En tiempos así, poner una pica, no en Flandes, sino en nuestra propia ciudad, es una apuesta irrenunciable de futuro.

La larga vida que atesora el Archivo Municipal merece una ubicación como la que acaba de proponerse.

Sin duda.