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Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

RECUERDOS DE OVIEDO: LA PLAZA DEL CARBAYÓN, PUNTO DE PARTIDA

«El pasado es una especie de lámpara opuesta a la entrada del porvenir para disipar una parte de las tinieblas que la envuelven». (Lamennais).

 

«En el amor el tiempo es como un pájaro/ aleteante, estremecido, trágico. / Parece detenerse en nuestros brazos, / jadear dulcemente en nuestros labios. / Y fluye tierno como el valle verde/ por un secreto afán de vida breve». (José Luis Cano).

 

Con el presente texto, quiero y debo volver a la plaza del Carbayón, al punto de partida de esta serie de historias de nuestra ciudad, que arrancó hace cinco años, que se alargó en el tiempo mucho más de lo que en principio había previsto.

Quiero y debo confesar que estas contraportadas del suplemento de Oviedo de EL COMERCIO significan mucho para mí, no sólo por rescatar vivencias inolvidables, sino también porque en muchas ocasiones me sirvieron de bálsamo frente al ruido y la furia de la actualidad. Así pues, vuelvo al punto de partida. A la plaza del carbayón, número 3, 2º, a mis años de infancia, compartidos con Lanio, a los 13 primeros años de mi vida, que se centraron en este rincón de Oviedo.

Vuelvo al mirador de esa casa en compañía de mi madre. Vuelvo al salón-comedor donde mi padre escribía y leía casi de continuo. Vuelvo a aquel tiempo en el que el antiguo Caserón de Santa Clara se convirtió en la actual sede de la Agencia Tributaria, a aquellas obras que parecían interminables y que tanta polémica suscitaron en su momento. Vuelvo a la parada de taxis que estaba justo al lado de nuestro portal. Vuelvo a aquel no sé qué de modernidad que tenía la puerta giratoria de la Caja de Previsión. Vuelvo a la vida familiar de aquel edificio donde residían mis tíos y mis tías abuelas. Vuelvo a la buhardilla del edificio donde aprendí a jugar a las cartas gracias al cariño y al empeño de unas señoras entrañables que habían trabajado antes de jubilarse con mis tías abuelas. Vuelvo a aquel día a día, sin democracia, cuando la lechera que venía de la Manjoya llamaba desde el portal. Vuelvo a ese emplazamiento de Oviedo con referencias tan cercanas, como la librería Santa Teresa, propiedad de una hermana de mi padre, que tanto frecuentábamos, vuelvo a los deliciosos pasteles de Camilo de Blas, vuelvo a la antigua Estación de El Vasco, tan cercana, que comunicaba con otro viejo enclave familiar, con Pravia. Vuelvo a salas de teatro y cine, esto es, al Campoamor y al Filarmónica. Vuelvo a la calle Argüelles que durante tantos años transité a diario en mis idas y venidas al colegio.

Trece años de vida, digo, en aquel cogollo de Oviedo, tan cercano a Lanio, pues en el portal de al lado estaba la pensión de una señora del pueblo, pues en la plaza de Santa Clara había una tienda que regentaba el marido de aquella señora, nacido también en Lanio.

Vuelvo a aquel pequeño Carbayón de juguete que sigue estando al lado de unas de las fachadas del Campoamor.

«Mi patria es mi infancia», sentenció Rilke. Desde la plaza del Carbayón, me asomé al mundo, a un mundo que se transformaba, a un mundo en el que circulaban coches y carros de caballos que transportaban leche, a un mundo con vestigios del siglo XIX y a un mundo que, a pesar de todo, ingresaba en los esplendores del siglo XX.

Ya tengo escrito y contado aquí, que la correspondencia familiar atestigua varias denominaciones para este enclave en pleno cogollo de Oviedo: plaza del Progreso, plaza de Galicia y plaza del Carbayón.

Vuelvo al recuerdo del patio de luces de aquel edificio, que, paradójicamente, era lo menos luminoso de la casa con sus cristales biselados, un mundo interno, con sus voces, con sus ecos, con su día a día.

Punto de partida de una vida, que tuve la fortuna de venir contando en esta página durante casi cinco años. Plaza del Carbayón, cogollo de Oviedo, nomenclatura genuina de nuestra capital.

Trece años, infancia e inicios de la adolescencia, el periodo de la vida en la que nos sentimos cobijados, la etapa en la que la realidad aún no nos golpea de frente gracias a esa protección, periodo en el que los sueños y las fantasías tienen licencia para ser expresados e incluso escenificados.

¿Cómo no recordar la infinita tristeza que me provocaba imaginar la casa a oscuras y vacía? ¿Cómo no recordar los encuentros con los juguetes las mañanas de Reyes en la parte posterior de la casa que daba a la calle la Luna? ¿Cómo no recordar la evocación de voces amigas y familiares que me arrullaban en momentos de soledad? ¿Cómo no recordar aquellas sillas pequeñas que se desplegaban en los coches de algún taxista para que los niños pudiéramos sentarnos?

Vuelvo al punto de partida, a esos años de infancia anteriores a sinsabores y a enamoramientos, a aquel Oviedo que tanto se estaba transformando, a aquel rincón del mundo que tan cercano estaba a Lanio, por sus gentes y por sus transportes públicos, muy próximos.

Vuelvo al punto de partida, a la atalaya de mi encuentro con el mundo, con los libros, con la televisión, con la radio, con los juguetes, con los naipes.

Sobre la mesilla de noche mi padre, un libro de Memorias de Baroja. En el mirador, disfrutando de la compañía de mi madre, en la galería que daba a la calle de la Luna, mi hermana y yo viendo las primeras bicicletas que tuvimos. En el aparador del cuarto de estar de la casa de mis tías abuelas, los deliciosos tarros de dulce de ciruela. En la buhardilla donde vivían Concha y Lola, un canario en su jaula. Sobre la mesa camilla de mis tíos, el tapete de cartas para hacer solitarios. Los andares inconfundibles de Encarna. El momento en el que mi madre encendió el primer televisor que llegó a casa, cuando la programación no había arrancado.

Oviedo, siempre Oviedo.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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