Sí, a Clarín “lo nacieron” en Zamora. Sus trabajos y sus días, excepción hecha de estancias familiares antes de su emancipación, así como su etapa en la capital del reino, donde se doctoró y estudió la Carrera de Letras en la Universidad Central de Madrid, transcurrieron fundamentalmente en Oviedo, en su Vetusta.
Desde aquella ciudad provinciana y aislada, no sólo fue capaz de escribir la que es acaso mejor novela del siglo XIX, sino que además supo asomarse al mundo, captando la literatura y el pensamiento que despuntaban en Europa. Fue probablemente el primer español que leyó a Ibsen y a Nietzsch; además, supo interpretar e incorporar el naturalismo de Zola, y se convirtió, mereced a su talento y sabiduría, en un faro dentro de la España de entonces.
Un personaje de la envergadura intelectual de Pérez de Ayala, que tuvo la fortuna de asistir a sus clases, dejó escrito esto que sigue sobre el magisterio de Clarín: “Leopoldo Alas hacía de su cátedra un centro vivo de experiencia espiritual y experimentación ideológica cuyos radio y perímetro se extendían indefinidamente. Era aquella cátedra como un alto mirador de vigía desde donde se divisaba circularmente todo el panorama de la cultura histórica; y, allá, en el horizonte indeciso, las primeras señales de nuevos advenimientos y formas imprevistas de la cultura naciente”.
Sin embargo, para Clarín, el aula no se circunscribía a los muros universitarios, también ejerció su magisterio a través del artículo periodístico, del relato, de la novela y del teatro.
Y a todo esto hay que añadir el enorme poder que tenía como crítico literario. Juan Antonio Cabezas, en la magnífica biografía que escribió sobre Clarín, puso también de manifiesto que sus “Paliques” eran tan admirados como temidos y que se convirtió en el crítico literario más prestigioso de la España de su tiempo.
Hasta tal extremo fue esto así que Unamuno le envió su primera novela, “Paz en la Guerra”, y no vio satisfecho su deseo de que fuese merecedora de una reseña de su libro por parte de Leopoldo Alas.
Sí, desde Oviedo, desde su Vetusta, fue demoledor contra la política oficial de su tiempo, concretamente contra Cánovas, del que dijo que ripiaba la vida y la política del mismo modo que lo hacía con sus versos.
Sí, desde Oviedo, fue uno de los grandes impulsores de la Extensión Universitaria, mostró una enorme sensibilidad ante las precarias condiciones de vida de aquellos obreros que, con su cansancio y carencias, acudían a las clases de la Extensión Universitaria, convencidos de que el conocimiento contribuiría decisivamente a emanciparlos.
Sí, desde Oviedo, en su etapa de concejal del Ayuntamiento de la ciudad, en la que puso el máximo empeño en que nuestra ciudad contase con un Teatro a la altura de los mejores del país. Su lucha obtuvo el fruto deseado, y ahí está el Teatro Campoamor.
En su momento, Azorín escribió unas deliciosas páginas de lo que era la vida cotidiana de Leopoldo Alas en Oviedo, en aquel Oviedo tan pequeño y aislado.
Asimismo, Fernando Vela, escribió un texto memorable acerca de lo que era el día a día de Clarín en Oviedo. Por cierto, el que fuera secretario de la “Revista de Occidente” escribió que su vida había transcurrido entre dos muertes, la de Clarín en 1901 y la de Ortega, en 1955.
Sí, desde Oviedo, se escribió, como dije más arriba, la mejor novela del siglo XIX en castellano, novela que Juan Antonio Cabezas definió de forma insuperable al decir que “La Regenta” es “la Biblia del aburrimiento provinciano”.
Desde Oviedo, se llevaron a término las críticas más aceradas a muchos libros sin interés literario. Desde Oviedo, se combatió el atraso y se apostó por la modernidad en todos los órdenes.
Fíjense: estamos hablando de una figura intelectual que marcó la excelencia en la novela, en el relato, en la columna de opinión, en la crítica literaria. Estamos hablando de alguien que fue el faro intelectual de la mejor Asturias y de la mejor España. Estamos hablando de Leopoldo Alas, con quien esta ciudad estará eternamente en deuda.
No cabe ninguna duda de que en Gijón se venera, con toda justicia, a Jovellanos. Pero tengo para mí que no podría decirse lo mismo de Oviedo con Clarín.
¿Me equivoco?
Lo desearía, se lo aseguro.