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Luis Arias Argüelles-Meres

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Semblanzas Carbayonas: Ramón Pérez de Ayala

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Oviedo lo vio nacer. En Madrid, le sobrevino la muerte. Su llegada al mundo y su adiós a la vida acontecieron en el mes de agosto. Los ocho primeros años de su existencia, aquel niño, de salud quebradiza, los pasó en Oviedo. En el curso 1888-89, ingresa en el internado del colegio de Carrión de los Condes. Allí conoció a Julio Cejador, entonces padre jesuita. Dos años después, aquel centro se cerró, lo que tuvo consecuencia que se trasladase al colegio, también jesuítico, de la Inmaculada de Gijón. Fruto de su traumática experiencia con los jesuitas de Gijón, escribiría la novela “AMDG”, todo un alegato contra el modelo de enseñanza que impartían los reverendos padres. Pasado el tiempo, esta novela no figuraría entre las “Obras Completas” ayalinas que en su momento publicó Aguilar.

Tras unos pequeños titubeos con el modernismo, el escritor ovetense plasmó los rasgos principales de su generación, la de 1914, generación liderada por Ortega y Gasset. Entre los referidos rasgos, está el carácter autobiográfico y ensayístico de sus novelas.

Pérez de Ayala se transmuta primero en el niño y adolescente Bertuco en la novela “A.M.D.G”, publicada en 1910, con lo que se adelantó al artista adolescente de Joyce. Y, más tarde, en las novelas de su ciclo autobiográfico sería Alberto Díaz de Guzmán, un ciclo autobiográfico en el que Oviedo tiene un importante protagonismo en las novelas “Tinieblas en las Cumbres” y “La Pata de la Raposa”. La primera de ellas es una novela lupanaria que firmaría con seudónimo, cuya trama consiste en un viaje a Pajares desde Pilares (Oviedo). El viaje lo llevan a cabo una serie de jóvenes, entre ellos, Alberto, que contratan como acompañantes a unas prostitutas que ejercían el oficio en Oviedo. Por su parte, “La Pata de la Raposa” tiene un arranque muy regentiano en la calle Jovellanos. Pilares, al igual que Vetusta, sestea.

Hay una novela de su ciclo autobiográfico, “Troteras y Danzaderas” que es un divertido e ingenioso reflejo de la bohemia madrileña de aquellos años. En esta novela se nos informa de quién le roba a Ortega (Antón Tejero) el primer sueldo que cobra como catedrático universitario. En “Troteras y Danzaderas” está omnipresente el afán pedagógico de la generación del 14, cuando se habla de que España necesita urgentemente “educar la sensibilidad”.

Y entre sus últimas novelas, hay que destacar “Belarmino y Apolonio” y “Tigre Juan”. Ambas se desarrollan en Oviedo. En “Tigre Juan” se inmortaliza literariamente uno de los rincones más genuinos de nuestra ciudad, El Fontán.

Según Valle-Inclán, Pérez de Ayala era “demasiado inteligente para escribir novelas”. Con ello, quiso poner de manifiesto el marcado intelectualismo de las narraciones ayalinas, intelectualismo muy dado a las digresiones, por cierto, muy anterior a eso que se dio en llamar “kunderismo”.

Don Ramón se definió a sí mismo como “un indiano de la literatura”, es decir, que su forja como escritor se desarrolló en gran parte lejos de su tierra.

Pero no sólo fue uno de los grandes novelistas de su generación, sino también un crítico teatral de prestigio que apostó por el teatro de Arniches frente a las comedias benaventinas. Asimismo, ejerció con maestría el columnismo político y literario.

La República, en cuyo advenimiento había colaborado decisivamente formando parte, junto a Ortega, Machado y Marañón de la “Agrupación al Servicio de la República”, lo nombró en 1932 embajador en Londres. A pesar de que en su momento se desentendió de la deriva del nuevo Estado, llegando a apoyar la sublevación de Franco, tras la guerra civil, se exilió en la Argentina y no regresó definitivamente a España hasta 1954, cuando fijó su residencia en Madrid, donde falleció el 5 de agosto de 1962.

Hay un texto ayalino llamado “Panteísmo” que describe de forma difícilmente superable el paisaje de nuestra tierra.

Y Oviedo no está sólo en sus novelas, sino también en un poema que le dedicó a Azorín en uno de los viajes que el escritor alicantino hizo a nuestra ciudad: “Todo calla. Es la hora asoleada y lenta / con que principia nuestro gran libro, «La Regenta». / Se siente el bienestar templado del estío, / y del pecho parece que brota un ¡ay, Dios mío! / ¡Ay, Dios mío! ¡Qué paz! ¡Qué paz!»

Irónico, elegante, mordaz, con un dominio envidiable de la cultura clásica, Ramón Pérez de Ayala es uno de los grandes intelectuales españoles del siglo XX, un egregio representante de la mejor Asturias y de la mejor España.

Léanlo. Si me hacen caso, me lo agradecerán.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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