Mañana gris y lluviosa, también fría. Se ponía fin a la racha de cielos despejados de día, con sus correspondientes noches estrelladas. Y todo hacía presagiar que el partido podía contagiarse de ese ambiente gélido y nuboso. En cierto modo, así fue en unos primeros 45 minutos en los que el Oviedo lo intentó todo ofensivamente y en los que el Nástic se defendió de forma muy ordenada. De hecho, apenas creamos jugadas de peligro a lo largo de todo el primer tiempo. Y en las más incisivas hubo o bien balones desviados, o bien el portero visitante resolvió con oficio.
Sin embargo, ya antes de que el encuentro comenzase, al saber que Berjón salía como titular, se barruntaba la esperanza de que estuviese más cerca de su mejor versión que en los partidos anteriores en los que intervino. Por fortuna, así fue. De hecho, fue decisivo en los dos goles que marcó el Oviedo. En el primero, viendo a Bárcenas desmarcado. El panameño aprovechó muy bien esa entrega poniendo un buen centro a Joselu que, con un espléndido remate de cabeza, nos puso por delante en el marcador. En el segundo, que nos dio tranquilidad tras unos minutos de agobio que a mí se hicieron eternos, la asistencia a Christian fue perfecta. Con el tanto de cántabro, en gran medida, el partido se sentenciaba y podíamos respirar tranquilos.
Ciertamente, hubo unos minutos de agobio en los que el Nástic achuchó lo suyo, lo que puso a prueba a Champagne, que tuvo intervenciones muy afortunadas. También hay que decir que esta vez el larguero se alió con nosotros en una de las ofensivas del equipo visitante, dentro de esos minutos agónicos de los que salimos marcando el gol de la tranquilidad.
De antemano, sabíamos que no iba a ser un partido fácil, por mucho que la situación en la tabla pudiera indicar lo contrario. Y, como suele suceder en estos casos, el resultado se decidió por detalles. De un lado, los destellos de calidad de Berjón en los pases que se inventó y que fueron determinantes. Por otra parte, seríamos injustos si no tuviésemos en cuenta las excelentes intervenciones de nuestro guardameta. Y tampoco hay que soslayar la rabia y el orgullo de Joselu, que, una vez más, luchó sin desmayo presionando a la defensa local y que, además, marcó un gol de bella factura y pudo haber conseguido más de haber tenido mayor precisión en algún lanzamiento que le salió desviado. Pero su brega y su ambición están ahí y tienen su recompensa.
Nubes y claros. De vez en cuando, algún destello de calidad que asomaba con la misma timidez que los atisbos de claridad en el cielo sobre el Tartiere. Esos destellos que, unidos a la entrega del equipo, contribuyen a ponernos muy cerca del sueño que supone tener opciones para el ascenso, opciones que están ahí y que habrá que seguir peleando con tesón y con convencimiento.