De vez en cuando, apartarse del ruido y la furia de la vida pública no sólo es muy saludable, sino que también resulta necesario. Demasiada ramplonería, excesiva demagogia, sofocante maniqueísmo, indigerible afán por seguir siendo una casta privilegiada. Y hay ocasiones en las que no necesitamos buscar ese poema perfecto, ese cuadro asombroso, ese pensamiento deslumbrante, esa historia que hechiza, es melodía que nos envuelve de nube en nube. Y no lo necesitamos porque la propia actualidad también precisa oxigenarse, fijar la vista en algo ajeno a las noticias nuestras de cada día que, normalmente, protagonizan personajes cuyo discurso suele insultar a la inteligencia.
La propia actualidad, digo. Piensen ustedes, por ejemplo, en lo que está saliendo a la luz en los trabajos de restauración que se están llevando a cabo en esa joya de nuestro patrimonio que es San Miguel de Lillo.
Es llamativo que, tras encontrar pinturas que tapaban sucesivas capas que se fueron poniendo e imponiendo con el paso de los siglos, se esté manifestando aún más lo que es genuino de este monumento, esto es, su esencia prerrománica.
Lo escribí en alguna ocasión. Tengo para mí que las dos grandes incursiones en el universalismo que tuvo Asturias fueron, con un largo espacio de siglos de por medio, el arte Prerrománico y la obra maestra de la narrativa del siglo XIX que tiene por título ‘La Regenta’.
Y no deja de ser paradójico que, con el paso del tiempo, esos rasgos distintivos del Prerrománico en lo que a su interior se refiere, se hayan ido tapando y solapando, como si ese universalismo, en lugar de salir a relucir cada vez más, se fuese ocultando a resultas de una dinámica en la que cada época quiso dejar allí su impronta, una impronta tan superficial en este caso que artísticamente apenas aportó nada.
Y, bueno, no puedo dejar de preguntarme si nuestros prebostes se detienen a pensar no sólo en la importancia artística y cultural de lo que está saliendo a la luz, sino también en el significado de una expresión artística que atestigua –insisto– nuestra incursión en el universalismo.
¿Puede la mirada de determinadas personas ir más allá de lo inmediato, detenerse un tiempo a pensar en el significado de hallazgos artísticos de esta índole?
No sólo los muros de San Miguel de Lillo, también su interior, lo que allí quedó plasmado, lo que se fue ocultando, lo que ahora está saliendo a relucir gracias a los trabajos de restauración de los que venimos hablando.
¿Alguien puede ir un poco más allá de los topicazos, preguntándose cosas esenciales? ¿Alguien puede ir un poco más allá de lo inmediato y lanzar una mirada ambiciosa que no renuncie a lo que Ortega y Gasset llamó buscar la plenitud del significado de aquello que se contempla y se observa?
Al fin y al cabo, continuando con Ortega y Gasset, «el punto de vista crea el panorama».