‘Yo, a ratos, logro convencerme de que soy un Napoleón porque, como él, no tengo más que sesenta pulsaciones por minuto. La confusión en mi caso no es grave, porque soy tan sólo un escritor’. (Ortega y Gasset).
Es innegable que el Pleno del martes fue tenso no sólo en sus preámbulos sino también en su desarrollo. Antes de que diese comienzo, en la calle estaban las personas afectadas por el despido de las trabajadoras de las escuelas infantiles cuyos contratos no se renovaron, lo que no sólo supone un mazazo tremendo para las educadoras afectadas, sino también para las familias de los niños que utilizan este servicio municipal.
Don Mario Arias y don José Luis Costillas se escudaron en un informe oficial que ponía de manifiesto que incurrirían en la ilegalidad si les renovasen los contratos a las personas cesadas. Ante ello, cabe preguntarse por qué esperaron al día 1 de septiembre para comunicar a las afectadas que su contrato no iba a ser renovado. ¿No hubo tiempo a reunirse con las trabajadoras en busca de una solución? Lo más suave que se puede decir es que se actuó sin consideración alguna no sólo a las personas que fueron despedidas, sino también a las familias concernidas.
Resultó muy llamativa la intervención del concejal de Vox, Víctor Huerta, que afirmó rotundamente que, por parte del equipo de gobierno, se había actuado en este punto de la peor manera posible. Sus palabras arrancaron sonoros aplausos por parte del público asistente.
Por otra parte, tanto Ana Taboada como Ricardo Álvarez, esto es, tanto Somos como el PSOE condenaron, como era de esperar, la decisión que se tomó al respecto.
Y, desde luego, por un lado, se actuó a destiempo perjudicando a las trabajadoras despedidas y a las familias de los niños que llevan a sus hijos a las escuelas infantiles dependientes del Ayuntamiento de Oviedo. Y, por otra parte, los responsables políticos están obligados a buscar una solución que respete los derechos de las educadoras y de las familias. De hecho, tendrían que haberla arbitrado ya antes de que todo esto estallase.
Lo cierto es que este conflicto tenía el suficiente calado para haber acaparado lo fundamental del Pleno. Pero resulta que también salieron a relucir una serie de asuntos de indudable relevancia. Por ejemplo, la aprobación de las cuentas de 2018, que le sirvieron al edil Rosón para reivindicar, con toda legitimidad, su gestión como responsable del área económica del anterior mandato. No sólo lo que se gastó, sino en qué capítulos, todo ello acorde con unos planteamientos ideológicos que pretenden combatir, en la medida de lo posible, las desigualdades económicas. Cuando se le rebatió que su gestión no fue tan afortunada por el batacazo electoral del 26 de mayo, creo que esa réplica no fue justa. Se actuó en consonancia con un programa electoral, eso por un lado. Y, por otra parte, Somos Oviedo no pudo librarse del castigo electoral que sufrió el partido en su conjunto, con independencia de las luces y sombras de su gestión en el tripartito de Oviedo.
Hubo otro asunto de enjundia, el de los terrenos de La Vega, tema con el que se acusó al anterior alcalde de haber mentido, o, en el mejor de los casos, de no haber sido claro al respecto. Para Gerardo Antuña, no hay hasta el momento otra cosa que no sea «una mera declaración de intenciones», lo que, a su juicio, implica, una operación propagandística sin sustento real. Abundó en las críticas Cristina Coto, remontándose, eso sí, a etapas anteriores al tripartito. Y, por su parte, Ana Taboada calificó de pantomima la actuación del exalcalde con respecto a La Vega.
Wenceslao López, manifiestamente contrariado, habló de sus contactos con el Ministerio de Defensa y sostuvo que, gracias a su gestión, el Ayuntamiento puede adquirir los terrenos de La Vega en unas condiciones muy favorables.
Muy bronco resulta que el debate no discurra desde la esperable confrontación ideológica, sino desde las descalificaciones personales.
Verdades y mentiras. Medias verdades que, según Machado, pueden llegar a ser dobles mentiras.
Por favor, lean a Machado. Por favor, no se pierdan el ensayo de Ortega y Gasset sobre Mirabeau.