Leo en EL COMERCIO las declaraciones de don José Luis Costillas y doña Yolanda Vidal, edil de educación y delegada del área, respectivamente, donde afirman que las trabajadoras de las escuelas infantiles que, fueron despedidas en vísperas de iniciarse el curso, se reincorporarán a su trabajo tan pronto haya una sentencia.
¿Y mientras tanto? De entrada, un servicio que se prestará de forma deficiente por falta de personal, así como la zozobra y el malestar que tendrán que soportar las educadoras afectadas por una decisión que, en el mejor de los casos, se tomó muy a destiempo.
De nuevo, vuelvo a preguntarme por qué no se actuó antes para evitar esta situación en los inicios del curso. Si, como se vino argumentando, había un informe técnico que ponía de manifiesto las inconveniencias legales de una renovación, lo primero de todo tendría que haber sido poner tal cosa en conocimiento tanto de las trabajadoras como de las familias afectadas, y, a partir de ahí, buscar soluciones legales contando también con los representantes de los sindicatos.
No estamos hablando de algo baladí, pues se trata, nada menos, que de un servicio público que permite a las familias conciliar su vida laboral con el cuidado y atención de sus hijos. De un servicio público que, además, tiene un calendario muy concreto.
Cierto es que el nuevo equipo de gobierno no lleva mucho tiempo ejerciendo sus tareas, pero, en todo caso, cuando se juntan lo importante y lo urgente, lo urgente y lo importante, no queda otra que actuar a tiempo en aras de las responsabilidades contraídas. Y, en este caso, no se ha estado a la altura de las circunstancias, por mucho que el tiempo disponible no fuera mucho.
De momento, como era de esperar, las trabajadoras afectadas han presentado sus demandas. Esperemos que sean atendidas pronto y, además, de un modo favorable, no sólo porque de ese modo el servicio público de las escuelas infantiles pueda funcionar debidamente, sino también por los derechos de las educadoras que se han visto despedidas en vísperas de reanudar sus tareas.
Y, en fin, sería muy conveniente que situaciones como ésta, desalentadoras y frustrantes, no vuelvan a repetirse.
No vale esperar hasta el último minuto, lo que toca es actuar con tiempo, que, para otras cosas, siempre se habilita. Ante lo urgente, sólo queda conducirse con diligencia.