¿Resulta imposible no confundir la discusión ideológica, que, a veces, puede ser vehemente, con la descalificación personal, con los malos modos? Cuando Javier Cuesta, concejal de economía, replicó a Ana Taboada, más allá de cuestiones jurídicas o técnicas, puso de manifiesto que para Somos Oviedo los empresarios venían a ser una especie de demonios. Y lo cierto es que no se trataba de eso, sino que lo que le tocaba al señor Cuesta era esgrimir las razones por las cuales no existía esa incompatibilidad, y, de paso, justificar por qué no planteó su situación desde el primer momento, es decir, desde que se hizo cargo de la concejalía.
Cuando don Ignacio Cuesta, vicealcalde de Oviedo, respondió a Somos Oviedo, no sólo descalificó todo lo hecho por el llamado tripartito en los últimos cuatro años, sino que además llegó hablar de holganza y de otras lindezas por el estilo. Perdón por la obviedad: una cosa es tener visiones contrapuestas sobre lo que puede ser mejor para la ciudad, según la ideología que se profese, y otra muy distinta es entrar en discursos que rozan lo vejatorio.
¿Resulta imposible, al menos, intentar ser equitativos cuando de recortes presupuestarios de trata? Cuando la concejala del PSOE, Lucía Falcón, preguntó por qué había desparecido la asignación económica que estaba destinada al departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo, puso muy claramente de manifiesto que otras partidas se mantenían, por ejemplo, la destinada al Centro de estudios del siglo XVIII, así como a la Cátedra Emilio Alarcos. Puede entenderse que haya que recortar, pero, como dijo la edil socialista, parece muy sectario que toda la mengua vaya sobre un solo asunto. Se ve que el siglo XX no es digno de ser investigado ni divulgado.
Y es que no sólo no hay que ser sectarios, sino que además tampoco conviene parecerlo en demasía.
Por otra parte, en lo que concierne a la negociación con el Ministerio de Defensa sobre los terrenos de la Vega, quedó muy claro que se partirá de cero, para desesperación del anterior Alcalde.
Lo dicho: salvo que ocurra lo inesperado, todo parece indicar que tendremos una Legislatura bronca, donde las discusiones no se quedarán en lo ideológico, sino también en lo personal.
Malos tiempos para la retórica, malos tiempos para la dialéctica.