En efecto, en el momento que está viviendo Asturias, todos somos, al menos todos debemos ser, Vesuvius. Es mucho lo que hay en juego: no sólo la dramática situación que padecen todas las familias de la plantilla de la multinacional en Langreo y en Miranda de Ebro, sino también el conjunto de la sociedad asturiana. De entrada, resulta a todas luces inaceptable que se deslocalice una empresa que está dando beneficios, que se tome semejante decisión sin tener en cuenta para nada no sólo la situación en la que dejan a los trabajadores, sino la propia dignidad de unos obreros que, con sus trabajos y sus días, vinieron dando ganancias a la multinacional.
No sólo las necesidades materiales, sino también la dignidad de las personas que, según demuestran los hechos, vinieron cumpliendo con rigor y con vigor su parte del contrato a la hora de llevar a cabo sus tareas.
Una decisión que se toma lejos, una decisión por parte de una serie de personas que sólo tienen en cuenta los números, que buscan emplazamientos donde la carga salarial no esté avalada por unas remuneraciones mínimamente dignas.
Repito: todos somos Vesuvius. No hay que llamarse a engaño. El Dios que regula los mercados, en contra de lo que dice el pensamiento único, nos es justo y dadivoso; el Dios que regula los mercados lleva años mostrando su rostro más cruel desde el momento mismo en el que las deslocalizaciones se pusieron a la orden del día; el Dios que regula los mercados busca mano de obra esclava, y tampoco se molesta en disimularlo.
Hete aquí, hace ya de esto 22 años, hubo un encierro de trabajadores despedidos de Duro Felguera que duró nada menos que 318 días.
Así pues, lucha obrera en la Catedral de Oviedo, lucha en forma de encierro, lucha que reclama atención mediática, lucha que escenifica una tremenda injusticia, lucha que demanda la indignación ciudadana ante un atropello, lucha que alcanza tintes heroicos por parte de una plantilla de trabajadores que se niega a resignarse.
En un templo con liturgias para la fe, está teniendo lugar otra liturgia muy distinta a la habitual, la que llevan a cabo los tres obreros encerrados, que se saben con el apoyo de sus compañeros, que, con ese acto, se desgañitan simbólicamente, clamando justicia, un clamor al que debe sumarse la sociedad asturiana en su conjunto desde Oviedo como punto de partida de una lucha que se presenta muy difícil.
Lucha obrera en la Catedral. Las plegarias están en las miradas y en la cercanía de todos nosotros.