Primer dato biográfico de nuestro personaje que nunca se debe soslayar: El gran tribuno nació, como Unamuno, en 1864. La muerte le llegó en el mismo año que al gigante de la generación del 98, es decir, en 1936. ¿Tan difícil es caer en la cuenta de que el tribuno y político asturiano es la principal figura política de la generación del 98? Pero sigamos.
Nos toca hablar, sobre todo, de la relación de Melquíades Álvarez con Oviedo. De entrada, un hecho trascendente: su relación con Clarín, a quien sucedió como catedrático, al que acompañó en sus últimos días de vida visitándolo en su casa, departiendo con él al lado de una magnolia, cercana a la residencia de Leopoldo Alas, donde el maestro solía sentarse cobijándose a su sombra. La sintonía y la amistad entre ambos fue enorme.
Bien pensado, no es poco ser el sucesor de Clarín en la Cátedra universitaria. Bien pensado, no es poco haber formado parte de sus discípulos más queridos, en un momento, además, que coincide con la época más prestigiosa de nuestra Alma Máter.
Pero sigamos: Melquíades Álvarez fue también Decano del Colegio de Abogados de Oviedo entre 1894 y 1898. Residió en una casa en Silla del Rey, tal y como nos recuerda su nieta Sara Álvarez de Miranda en su libro “Melquíades Álvarez: Mi padre en el canto de la moneda”. El título obedece al hecho de que la narradora de la historia es la madre de la autora e hija del Tribuno, Matilde Álvarez.
Por otra parte, a principios del siglo XX, coincidiendo con los años de estancia de Melquíades Álvarez en nuestra heroica ciudad, antes de que fundase el Partido Reformista, recorría, a modo de tertulia peripatética con amigos suyos, el Paseo de los Álamos. Esto lo consignó Azorín en una de sus visitas a Oviedo:
“Los Álamos es un viejo paseo, dos largas filas de estos finos, esbeltos, sutiles árboles lo bordean. A un lado se extienden unos sombríos jardines. Seis, ocho, diez paseantes marchan lentamente, en silencio, uno de ellos avanza hacia nosotros.
-Querido Melquíades, ¿qué pasa en la ciudad?.
-Nada, -dice sonriendo el gran orador que viene todos los días a esta alameda”.
O sea, un documento literario más de la eterna Vetusta.
Por otra parte, no se podría entender la importancia que tuvo el Partido Reformista que fundó Melquíades Álvarez sin la relación de nuestro personaje con Oviedo y con Asturias. Hablamos de un partido político que, de entrada, fue el principal vivero de la 2ª República. En esa formación política militaron, entre otros, Azaña, Ortega y Gasset, Pérez de Ayala y Augusto Barcia.
Dicho partido político irrumpió en la vida pública española para intentar que nuestro país saliese del marasmo y del caciquismo que eran las notas dominantes de la España de aquel momento.
El apoyo de Asturias a ese partido político no sólo estuvo marcado por el hecho de que hubiera muchas familias que se declararan y sintieran melquíadistas, sino también por lo mucho que los indianos de nuestra tierra colaboraron en su financiación. No hay que olvidar, entre otras cosas, que los indianos, desde últimos del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX contribuyeron de forma decisiva a la modernización de nuestra tierra, ello a pesar del injusto trato que sufrieron por parte de nuestros principales literatos.
Melquíades Álvarez, como bien se sabe, tiene una presencia muy importante en el Nomenclátor de nuestra ciudad, pues una de sus calles más céntricas tiene el nombre del Tribuno. Distinta cosa es que se tenga constancia de que hablamos no sólo de uno de los grandes oradores del siglo XX, sino también de un gran jurista y, sobre todo, de una figura pública que no se puede entender sin reparar en el legado intelectual de Clarín.
Oviedo es una referencia ineludible para entender la trayectoria de Melquíades Álvarez como jurista y como orador. A su deslumbrante capacidad discursiva hay que sumarle la formación intelectual que atesoraba, en la que la huella de Clarín es insoslayable.
Una vida, la de Melquíades Álvarez, marcada por la tragedia, que culminó con su asesinato en la Cárcel Modelo de Madrid en agosto de 1936. Algo que horrorizó, entre otros, a Azaña.
Una vida, la de Melquíades Álvarez, en la que Oviedo tuvo un protagonismo enorme.
Cuando ustedes transiten sin prisa el Paseo de los Álamos, recuerden, por favor, a Melquíades Álvarez en compañía, entre otros, de Pérez de Ayala. Hablamos de un tiempo en el que nuestra ciudad y nuestra tierra eran la vanguardia intelectual de España.
Algo así no debemos olvidarlo nunca.