Desde el tiempo que les tocó vivir, inmersos en las ideas y creencias que se vinieron forjando para hacer frente a la vida, hay personas que, por su trayectoria, dejan una huella indeleble. Sin duda, es el caso de Nebot, que, en todo momento, luchó por una sociedad más justa, que, en todo momento, se preocupó más de lo colectivo que de los intereses personales, que, en todo momento, hizo de la existencia un compromiso consigo mismo por lo irrenunciable.
Ahí está su libro, “Una vida militante”, en el que da cuenta de sus trabajos y sus días, en el que da cuenta de una lucha constante por un mundo más justo y más habitable.
La intrahistoria de Asturias y la de Oviedo no se entenderían sin personajes como Nebot, que jamás renunciaron a sus ideas, que pusieron en peligro su bienestar personal sin renunciar a unos ideales en los que creían y que los sustentaban.
Y, en el caso que nos ocupa, no sólo contamos con ese libro autobiográfico al que acabamos de hacer mención, sino que además disponemos de la plasmación de lo que vino siendo su trabajo de fotógrafo durante décadas en Asturias.
El ciudadano José Manuel Nebot, con su lucha política, que, en su momento, lo llevó a la cárcel. El ciudadano Nebot que no tuvo que inventarse un historial de agravios y sufrimientos durante el franquismo. No tuvo que inventárselo porque lo sufrió. El ciudadano Nebot que fue uno de los personajes más decisivos de la oposición democrática al franquismo.
En estos días en los que se habla de Marcelino Camacho a resultas de un legado inmenso que consta de unos 30.000 documentos y que nos lleva a recordar su libro, de título tan nerudiano como “Confieso que he luchado”, recordé a Nebot, puesto que su trayectoria no se circunscribe sólo a su vida profesional, sino también a su lucha ciudadana.
Y es que la historia gráfica de Asturias tampoco puede prescindir de la obra de Nebot.
En las contadas ocasiones que tuve ocasión de verlo, me percaté de que estaba ante una persona afable y educada, próxima, que escuchaba con un enorme respeto las opiniones y los comentarios de quien tenía la suerte de compartir con él conversaciones y debates.
No sólo tuvo, como ya hemos puesto de manifiesto, un enorme peso en la lucha contra la dictadura, sino que además, desde la transición democrática hasta su último suspiro, apostó siempre por los sectores más desfavorecidos. Ahí está, entre otras muchas iniciativas suyas, su empeño por la defensa de los intereses del pequeño comercio y de los autónomos. Ahí está también la fundación de ANA (Asociación Asturiana de Amigos de la Naturaleza).
La historia más reciente de Oviedo, en efecto, no puede entenderse sin Nebot. Sus relaciones con personajes como Horacio Fernández Inguanzo dan buena cuenta de un tiempo y un país en el que hubo personas que hicieron de la lucha por sus ideas el objetivo más importante de sus vidas.
A veces, me imagino la mirada de Nebot volcada sobre sus recuerdos, sobre aquel país en blanco y negro, sobre aquella ciudad que, en los tiempos más duros, no renunciaba ni a la cultura ni a la libertad. A veces, me imagino las conversaciones en voz baja conspirando. A veces, me imagino lo duro que tuvo que ser sobrevivir en aquella Asturias oficial que conocía su trayectoria.
José Manuel Nebot fue ante todo un personaje coherente, que no se permitió jamás contradicciones entre lo que pensaba y lo que hacía.
Ése fue su gran legado, el de la coherencia, el de la lucha por los sectores más desfavorecidos, el del respeto a las ideas que no compartía, el de la serenidad sin estridencias, el del convencimiento de que somos ante todo seres sociales que no podemos vivir de espaldas a cuanto nos rodea. Convicciones arraigadas sin estridencias.
En Oviedo, fue concejal de la primera Corporación de la democracia, de 1979 a 1983. En Oviedo, se ganó el cariño y el reconocimiento de quienes compartieron con él luchas e inquietudes. Se ganó también el respeto de quienes no pensaban como él, pero no podían no ser conscientes de su integridad y coherencia.
José Manuel Nebot, la coherencia. Ciertamente, no es poco.