La campaña electoral más atípica desde el 15 de junio de 1977 a esta parte ya está a punto de concluir. Al mismo tiempo, es también la más indeseada y desilusionante. Tras los debates emitidos en los medios estatales y llariegos, el desapego ha ido en aumento. Y, desde nuestro más acá, desde Oviedo, me pregunto, al kantiano modo, qué nos cabe esperar acerca de lo que pueda suceder tras los resultados del 10 de noviembre.
Me pregunto, en primer término, si será significativo el número de personas que pasen de una intención inicial de abstenerse a votar, por aquello de que todo es susceptible de empeorar. Me pregunto a continuación si las formaciones políticas que se reclaman de izquierdas son conscientes de que, a no ser que sumen mayoría absoluta los partidos derechas, están obligadas a entenderse, que ya no servirá de excusa esgrimir ese discurso maniqueo de que hay quienes se afanan y se desvelan por el interés general, frente a quienes sólo se ocupan de sus propios intereses.
Y es que estamos también ante la mayor crisis de la izquierda en España desde el inicio de la transición democrática a esta parte. De una izquierda que ni mucho menos tiene garantizada la mayoría, incluso en el caso de que las derechas sumen menos. De una izquierda que en abril recibió no pocos votos a resultas del temor a que se pudieran repetirse en España los resultados de Andalucía. Y, aunque no se puede saber en qué porcentaje, esto mismo sucederá el domingo.
En Oviedo, en esta invernada que nos asalta en otoño, en uno de esos ratos en los que la lluvia escampa, me encuentro con un amigo que me dice que, a pesar de todo y a pesar de todos, va a votar, aunque aún no decidió a quién. Tengo para mí que no se trata ni mucho menos de un caso único.
En la izquierda, son muchas las incógnitas, entre ellas, no se sabe bien a quién quitará votos Más País, si a la abstención, si a Unidas Podemos, si al PSOE. Tampoco está claro, más allá de los sondeos, nunca del todo fiables, a quién culpará más el electorado de que no haya habido acuerdo en junio que hubiese evitado estas elecciones.
Por lo que leí en EL COMERCIO, en las declaraciones este periódico de Rita Maestre de Más País, esta formación que tiene como cabeza de lista a Segundo González, considera irrenunciable el acuerdo entre las fuerzas de izquierdas. Lo que está por ver no es sólo si van a sumar para conformar una mayoría, sino también si, llegado el caso, todo el mundo estará a la altura del momento.
Concluyo la conversación con mi amigo. Una racha de viento muy desapacible apodera las calles de Oviedo y la llamada sensación térmica. En el Paseo de los Álamos, la lluvia es persistente. En ese momento, suenan las sirenas de los bomberos.
Toca cobijarse en una cafetería. El momento es difícil y desolador para nuestra vida pública. Aun así, a estas alturas, uno se niega a darle cabida a la resignación y al conformismo. No es de recibo arrojar, desde la condición de la dignidad ciudadana, toalla alguna. La exigencia también empieza por uno mismo. También la esperanza en un país más libre y más justo.
Por favor, estén a la altura, al menos el día después. Estén a la altura, ya que no han sabido estarlo antes. Estén a la altura, si se pueden permitir tal cosa, porque no es seguro que los resultados de las urnas del 10 de noviembre les vayan a dar otra oportunidad. Mientras tanto, pregúntense si se han hecho acreedores de ella.