Desde que se constituyó el actual equipo de Gobierno el pasado 15 de junio, el ambiente en los Plenos siempre distó mucho de ser envidiable. Sin embargo, tengo para mí que a partir del 3 de diciembre habrá un punto de inflexión a peor. Todo empezó con el viaje que el Alcalde hizo a Madrid, en compañía de su esposa, a presentar en la capital del reino el menú del Desarme. El primer edil no sólo reconoció que se cargaron los gastos al Ayuntamiento, incluidos los de su cónyuge, sino que, además, se mostró dispuesto a volver a hacerlo. Consideró indignante que se le recriminase por ello y, a continuación, tachó de demagógica la postura de Somos, que entendía que no era de recibo que las arcas municipales tuviesen que correr con los gastos de una persona que no forma parte del Consistorio.
Desde luego, es muy sencillo comprobar si, al margen de otras consideraciones, es legal que se sufraguen esos gastos. El busilis, en este caso, no está en la cantidad, sino en el concepto.
El asunto en sí ya generó un ambiente bronco y desagradable. Pero, como todo es susceptible de empeorar, la crispación fue en aumento, sobre todo, a partir del momento en el que el Alcalde, al hilo de sus explicaciones sobre sus planes para restaurar la antigua Muralla, así como de su postura con respecto a la llamada área metropolitana, arremetió con extrema dureza contra Wenceslao López, remontándose a la etapa en la que el anterior Alcalde fue concejal en el Ayuntamiento de Oviedo entre 1979 y 1983, cuando se opuso a que la remodelación del viejo Carlos Tartiere, con vistas a los Mundiales de fútbol del 82, fuese sufragada con dinero público. Asimismo, hizo mención a unas declaraciones de Wenceslao López que el señor Canteli tildó de falsas. Y lo más significativo de todo fueron las continuas alusiones al discurso del anterior Alcalde en el Pleno del 15 de junio, discurso en el que el edil socialista no aceptó, según la interpretación del señor Canteli, su derrota con elegancia.
Estamos en una situación en la que no sólo hay discrepancias y debates vehementes con posturas encontradas desde la confrontación ideológica, sino que además nos encontramos con ataques personales y con una crispación irrespirable.
Por su parte, hubo más de un rifirrafe entre el edil de Hacienda y Rubén Rosón. Y, en cuanto a las explicaciones del primero sobre los contratos menores, se diría que ocupó más tiempo en hablar de sus antecesores que de su propia gestión.
Al final, se pidió la dimisión del Alcalde por parte del grupo Somos Oviedo. Y también al final, Wenceslao López y Ana Rivas plantearon su sonrojo por el hecho de que, cuando tocaba debatir sobre las políticas locales, lo que hizo el Alcalde fue un intento de descalificación de la trayectoria del anterior regidor, intento en el que puso todo su empeño.
Al final, lo que hubo fue un Pleno largo y bronco, que provocará más ruido y más furia en lo sucesivo.
Confieso que salí del Ayuntamiento con la sensación de haber escuchado discursos extemporáneos, regresivos y preocupantes.