Oviedo necesita reinventarse como consecuencia de tantos estropicios imperdonables y de no menos descuidos incomprensibles. Aquí se sigue discutiendo cómo preservar un monumento Prerrománico del caos circulatorio y de la contaminación, al tiempo que se rechaza un proyecto ya existente, y, en fin, se pone sobre la mesa una alternativa que plantea no pocas dudas y que sólo convence a sus valedores.
Uno de esos estropicios imperdonables fue la demolición de la antigua estación ferroviaria de EL Vasco. Esos terrenos estuvieron largos años paralizados. Por fortuna, aquella ocurrencia de las tres torres calatraveñas quedó en nada. Ya tenemos suficiente con lo que se construyó en el solar del antiguo Carlos Tartiere. Y ahora EL COMERCIO da noticia de que las viviendas de las torres –no calatraveñas- de EL Vasco estarán listas en abril. Al lado de eso, espacios públicos y grandes superficies comerciales.
En la memoria de varias generaciones de ovetenses, siempre estará aquella vieja estación, su hermosa e inolvidable cantina, sus andenes con anuncios que tenían el encanto de la estética de otro tiempo, aquellas interminables escaleras, el paso aéreo a los referidos andenes, los trenes de madera, en los que unos viajaron y otros vimos por allí estacionados atestiguando un tiempo y también una estética.
El hecho es que los antiguos terrenos de El Vasco dejarán de ser obras paralizadas Cabe suponer que, con la obra concluida, la vida de la ciudad tendrá un impulso importante a la espera de que antes de llegar a esa puerta se resuelva con eficacia y sin sectarismo la entrada a Oviedo. La espera va a ser larga, seguro. Y habrá que conjurarse para que no se comentan más atropellos estéticos.