Catedrático Universitario perteneciente al “Grupo de Oviedo”, que mantuvo un inequívoco compromiso para combatir la desigualdades de su tiempo
Adolfo Álvarez-Buylla es, sin duda, una de las figuras más representativas de la época de mayor prestigio de nuestra Universidad. Republicano y progresista, krausista entusiasta, totalmente identificado con la Institución Libre de Enseñanza de la que llegó a ser profesor, compañero y a amigo, en Oviedo, entre otros, de Adolfo Posada, de Rafael Altamira y de Clarín. Y, fundamentalmente, se trata de una persona que mantuvo un compromiso inequívoco para combatir las desigualdades de su tiempo que lo llevaron mucho más lejos de la mera inquietud intelectual. En este sentido, es quizás el exponente más claro del espíritu que alentó el nacimiento en Oviedo de la Extensión Universitaria.
Nuestro personaje fue, además de otras muchas cosas, un humanista que se volcó en los estudios económicos desde una inquietud social irrenunciable contraria a la miseria que sufrían las clases trabajadoras.
Tuvo un enorme protagonismo en la Universidad de Oviedo, tras tomar posesión de la Cátedra de Economía Política y Hacienda Pública En torno a su Cátedra, se creó un Seminario de Sociología, que fue el germen de la Universidad Popular. Fue secretario y Decano de la Facultad de Derecho. Y, en aquel Seminario de Sociología, siempre había presencia de obreros que acudían a formarse y a informarse.
Su protagonismo en las Colonias Universitarias de Salinas resultó decisivo en tal proyecto. Asimismo, sería uno de los cofundadores de la Extensión Universitaria en 1898. Llegó a presidir, además la “Sociedad Económica de Amigos del País”.
Todo ello no le impidió ejercer como abogado, en defensa de los derechos de los trabajadores. De algún modo, su bufete era el instrumento del que se servía para poner en práctica las teorías y principios que exponía en sus clases y también en sus publicaciones.
Para difundir sus ideas, escribió en las revistas y periódicos más influyentes en la Asturias de entonces, como “El Progreso de Asturias” y la Revista “Asturias”. Y, por otra parte, ya en sus tiempos de estudiante, colaboró en medios de comunicación como “El Eco de Asturias”
En su momento, José Canalejas, cuando era ministro de Agricultura, llamó a Adolfo Posada y a Adolfo Buylla para proponerles que colaborasen en el Instituto de Trabajo, vinculado a su Ministerio. Sin embargo, hubo un cambio de Gobierno, que impidió este proyecto del político ferrolano. Pero, dos años más tarde, en 1904, ambos catedráticos asturianos aceptaron formar parte del Instituto de Reformas sociales creado por Eduardo Dato. En su aceptación pesó mucho el hecho de que estuviese al frente de ese organismo el institucionista Gumersindo de Azcárate.
A partir de 1911, ya en su definitiva etapa en la capital del reino, ejerció como director de la Escuela Superior de Magisterio en Madrid.
Por otro lado, no sólo estamos hablando de una de las grandes figuras de nuestra Universidad, sino que además llegó a presidir el Ateneo madrileño. Años más tarde lo haría otro asturiano, que también llegó a ser una figura clave del republicanismo español, me refiero al veigueño Augusto Barcia.
Nunca abandonó sus inquietudes y, en sus últimos años en Madrid, siguió siendo tan combativo como en el resto de sus días, denunciando, por ejemplo, las trágicas consecuencias de aquella absurda guerra de Marruecos.
En 1916, se produjo su ingreso en la Real Academia de Ciencias Sociales y Políticas. Se considera que su discurso de ingreso en esa institución constituye el primer intento de una historia del pensamiento social en la España del siglo XIX.
Adolfo Buylla es quizás el más genuino representante del republicanismo en Asturias. Se identificó con los principios que guiaron a los principales ideólogos de la Primera República. Tanto fue así que, a pesar de su estrecha colaboración con el krausismo y la Institución Libre de Enseñanza, no llegó a militar en el Partido Reformista de Melquíades Álvarez. Era el suyo un republicanismo nada accidentalista y claramente de izquierdas.
Por otra parte, al personaje que aquí nos trae le tocó vivir un tiempo, sobre todo en Asturias, en marcado por figuras de tal relieve que, por así decirlo, destacó más en proyectos compartidos que lo que fue en la difusión de su propia obra, amplia, pero nada fácil de encontrar.
Tras su muerte en Madrid, los restos de Adolfo Álvarez-Buylla fueron trasladados a Oviedo. En su entierro, hicieron acto de presencia los principales representantes de las organizaciones obreras asturianas.