JUAN MIGUEL DE LA GUARDIA
EL COMERCIO se hizo eco no hace muchos días de una iniciativa ciudadana encaminada a que se nombre Hijo Adoptivo de Oviedo al arquitecto Juan Miguel de la Guardia, nacido en la localidad santanderina de Ontaneda en 1849 y fallecido en Oviedo en 1911. Ocupó el cargo de arquitecto municipal de nuestra ciudad desde 1882 hasta el fin de sus días y, por tanto, se trata de una figura decisiva en una época en la que Oviedo entró en la modernidad gracias en gran parte a los trabajos y los días del personaje del que venimos hablando.
En este artículo, no se pretende hacer un inventario del conjunto de su obra, decisivo estéticamente, abrumador cuantitativamente. De lo que se trata es de poner de relieve el apoyo a esa iniciativa ciudadana que encabeza el colectivo Los Franciscanos y que están secundando muchas instituciones y personalidades de nuestra tierra.
Y el apoyo a la referida iniciativa, nada ayuno de razones, puede descansar no sólo en el mérito estético, indiscutible, de su obra, sino también en el hecho de que se trata de un personaje que supo adelantarse a los tiempos, llevando a cabo unos proyectos que fueron decisivos a la hora de poner a Oviedo en la historia contemporánea.
Detengámonos, por un momento, en el presente de Oviedo, que necesita, más que continuidad con lo que tenemos, proyectos de futuro, que, por cierto, están muy lejos de plantearse con decisión y rigor. Precisamente por eso, conviene detener la mirada en figuras como la del personaje que nos ocupa, al tiempo que rendirle homenaje va más allá del reconocimiento de unos méritos que claramente atesora, y va más allá porque significaría que oficialmente se estaría valorando la capacidad de transformación y modernización que tanto necesita el Oviedo del presente.