Anabel Santiago fue el fichaje estrella de Somos Oviedo en las últimas municipales. Y, una vez que salió elegida concejala, se vio claramente que no sólo era un reclamo electoral por tratarse de una persona muy destacada en su faceta artística; pues, en sus intervenciones, especialmente en las preguntas que vino formulando a distintos miembros del equipo de gobierno, se le vio no sólo un buen dominio de los temas que abordaba, sino también un tono incisivo, sin perder las formas, que, a mi juicio, elevó el nivel de los debates en los Plenos.
Llueve sobre mojado en lo que se refiere a disensiones en la izquierda. En el mandato anterior, los enfrentamientos internos entre los tres grupos del equipo de gobierno pasaron factura. En las elecciones de mayo de 2019, los números pusieron claramente de manifiesto que el electorado le dio la victoria a la derecha desde Vox hasta el PP, pasando por Ciudadanos, con dieciséis concejalías, esto es, que castigó, por así decirlo, tanto enfrentamiento interno.
Cierto es que el bajón de Podemos fue tendencia en todo el país y que, en el caso del Ayuntamiento de Oviedo, no sólo se debió a ese factor que acabamos de apuntar.
De todos modos, la dimisión de Anabel Santiago, tal y como se produjo, supone un mazazo anímico para toda la ciudadanía vetustense de izquierdas e incide en una situación que pone de relieve una izquierda enfrentada internamente, frente a una derecha que se crece, especialmente, en una ciudad donde el peso del conservadurismo político es innegable.