Les aseguro que está muy lejos de ánimo ser alarmista, pero lo cierto es que, a estas alturas, lo que se pone de manifiesto en lo que va de campeonato por parte del Oviedo es que, siendo un equipo ordenado atrás, siendo un equipo incisivo que facilita poco las cosas a los rivales, aun así, somos intensamente inofensivos a la hora de crear ocasiones de gol y, sobre todo, de transformarlos. Intensos, sí, todo lo que se quiera, pero nada resolutivos en lo que a resultados se refiere.

Bien sabemos que, una vez más, tocó rearmar el equipo. Bien sabemos que no sólo se trata de acertar en lo que se refiere a los nuevos fichajes, pues se trata tan bien de que los jugadores se entiendan en el césped, de que haya una complicidad entre ellos que funcione. Y esto último hasta el momento no lo hemos visto.

Debutó Aburjania, motivado, sin duda, al que le faltó serenidad. Por su lado, tanto Leschuk como Borja Sánchez lucharon desde sus posiciones, pero no tuvieron un solo momento de inspiración para resolver el encuentro, para marcar un gol.

No pongo en duda que Ziganda conoce el inquietante problema que supone ser un once completamente inofensivo. Los empates a veces vienen bien, pero –perdón por la obviedadhacen falta victorias. Y lo que estamos viendo no invita a soñar con que esta racha de estar negados a la hora de marcar gol se pueda revertir pronto.

No hay que perder de vista que, una vez más, Femenías tuvo intervenciones muy destacadas y que, sobre todo en la segunda parte, el Rayo dominó el encuentro más que el Oviedo.