Lo más temido se cumplió. Salimos derrotados ante uno de los rivales más flojos de la categoría, según lo que hasta el momento se demostró. Lo más desquiciante nos tocó sufrirlo. Y es que, sin ánimo de faltar el respeto a nadie, resulta imposible no preguntarse qué necesidad tenía el entrenador del Oviedo de dejar en el banquillo a un guardameta que hasta el momento había destacado por su acierto, colocación y solvencia. Y, en ese mismo orden de preguntas, ¿tenemos que estar partido a partido haciendo tantas rotaciones que, al final, no resultan eficaces y que, en más de un caso, parece que se están tocando teclas a ver qué pasa.

Ante el Logroñés, en efecto, jugamos el partido del miedo, el choque en el que sabíamos que, de no vencer, nos íbamos a quedar hundidos no sólo en la clasificación en la tabla, sino también en nuestro estado anímico.

¿Se merece esto el oviedismo, o sea, no ser capaz de ganar prácticamente ningún partido, o sea, no hilvanar apenas jugadas de gol?

Sí, una vez más, como asidero argumental, podemos acudir al VAR. No seré yo quien niegue que la expulsión de Grippo fue muy severa. Tampoco se puede perder de vista que en el gol anulado a Arribas, Bolaño, aunque está en fuera de juego, no interviene en la jugada.

De acuerdo, pero con esto no podemos conformarnos. El Oviedo no puede regalar goles, tal y como hizo en la segunda parte frente al Logroñés. El último tanto del equipo visitante es un claro ejemplo de ello.

Repito: el partido del miedo. Un miedo que nos hunde en lo clasificatorio y también en lo anímico. ¿Saldremos de ello con un montón de rotaciones? ¿Saldremos de ello sorteando quién se sitúa bajo los palos? ¿Saldremos de ello jugando a una extraña lotería en la que no se sabe bien qué misión tienen los delanteros azules?

Ya toca preguntarse cómo afrontar los próximos partidos, que, se supone, tendrán que ser preparados con rigor. Muy bien, pero uno ya se pregunta si tendremos mimbres para no seguir hundiéndonos.

Por otro lado, da la impresión de que no hemos aprendido las lecciones que nos dio el pasado campeonato que nos tuvo en zona de descenso en más de una jornada.

Por primera vez, desde el regreso al fútbol profesional, confieso que el miedo al hundimiento del equipo azul me apodera.

¿A qué negarlo?