

¿Tanto esfuerzo les supone a nuestros políticos comprobar que Azaña dejó dicho y escrito que no movieran sus restos del lugar donde se agotasen sus días?
Ese escritorio en el que Azaña firmó su carta de dimisión como presidente de la República. Escritorio que parecía contener parte de la música que pudo salir del arpa de Bécquer.
Esa ignorancia histórica que, sin rubor, sacan a relucir nuestros dirigentes políticos. ¿Tanto esfuerzo les supone comprobar que don Manuel dejó dicho y escrito que no movieran sus restos del lugar donde se agotasen sus trabajos y sus días? Lean, por favor: ‘No hay duda. Desenterrar a los muertos es pasión nacional. ¿Qué incentivos secretos tienen para el español los horrores de ultratumba que no satisface con ponderarlos a solas y ha de ir a escarbar en los cementerios a cada momento? ¿Vocación de sepultureros, realismo abyecto, necrofagia?’
No es lo mismo sacar a un tirano de un enclave donde se le rinden honores de Jefe de Estado a borrar la memoria de un tiempo y un país. No, la huella del exilio tiene que ser indeleble, también la huella de un exilio trágico en el que Azaña tuvo un agónico periplo en el que, por fortuna, se libró de que los nazis le diesen alcance y lo pusieran a disposición del pelotón de fusilamiento de bando franquista.
Exposición sobre Azaña: el escritorio al que hemos hecho mención, correspondencia con editores franceses, textos explicativos sobre aquellos trágicos días. Textos que hablan también sobre Asturias y la insurrección de octubre del 34.
Escritorio que reaparece en unas fechas coincidentes con las que un Rey emérito abandonó nuestro país, frente al recuerdo de un Jefe del Estado que fallecería en un modesto hotel francés cuyos gastos costeó la embajada de Méjico.
No me vengan con monsergas. El actual Jefe del Estado, del que tanto sacan a relucir su excelsa preparación, no tradujo a Borrow del inglés, ni tampoco a Madame de Staël del francés, ni, por supuesto, es uno de los grandes intérpretes del Quijote.
No es igual sacar a un tirano de un lugar de honor que borrar la memoria y los sueños de un país
Señoras y señores de Podemos: Lean algo sobre Azaña antes de soltar topicazos
Señora ministra: por respeto a la voluntad del personaje, deje que los restos mortales de don Manuel permanezcan para siempre jamás del mundo en el lugar a los que la historia los llevó.
Señor presidente del Gobierno: no oculte la simbología republicana cuando se acerque, si la pandemia llega a permitírselo, a la exposición que rinde homenaje al autor de ‘Cervantes y la invención del Quijote’.
Señoras y señores de Unidas Podemos, lean algo sobre Azaña antes de soltar los topicazos de turno con datos históricos erróneos, como ya hizo, por cierto, don Pablo.
Majestad: no pierda de vista que don Manuel Azaña luchó por un proyecto de país y que era tal el entusiasmo que despertaban sus discursos que se cobraba entrada por entrar a sus mítines.
Ilustres exégetas de la historia de España; reparen en estas palabras de don Manuel: ‘Un Parlamento de derechas deshizo cuanto pudo de la obra de la República. Derogó la Reforma Agraria, amnistió y repuso en sus mandos a los militares sublevados el 10 de agosto de 1932, restableció en los campos los jornales de hambre, persiguió a todo lo que significaba republicanismo. Réplica: insurrección proletaria en Asturias e insurrección del Gobierno catalán. El Gobierno no se contentó con sofocar las insurrecciones. Realizada una represión atroz, suprimió la Autonomía de Cataluña y metió en la cárcel a treinta mil personas. Era el prólogo de la Guerra Civil. Los dislates cometidos desde 1934 daban ahora sus frutos. Extremas derechas y extremas izquierdas se hacían ya la Guerra. Cayeron asesinadas algunas personas conocidas por su republicanismo y otras de los partidos de derechas. Lo que esperaban golpe rápido, que en cuarenta y ocho horas les diese el dominio del país, se convirtió en guerra civil, en la que inmediatamente se insertó la intervención extranjera’.