‘¡Deja el duro marfil de mi cabeza,/ apiádate de mí, rompe mi duelo!/ ¡que soy amor, que soy naturaleza!’. (Federico García Lorca).
En este libro, del escritor ovetense Alberto Carlos Polledo Arias, cuya última presentación acaba de tener lugar en el Salón de Té del Teatro Campoamor, la sorpresa que el género demanda en muchas ocasiones no está en lo que sucede, sino en el propio lenguaje que a lo largo de este conjunto de textos se despliega con una delicadeza admirable.
‘Relatos’ donde lo que menos importa es la trama, textos que presentan, desde la primera a la última palabra, una depuración que asombra. Se diría que se alambica todo aquello que quede fuera de un decir poético donde el público lector se asoma con asombro.
Sin duda, la intimidad de quien escribe se puede mostrar de múltiples maneras. Pues bien, en el libro que aquí nos trae, la referida intimidad no se expresa a través de hechos que desvelan la vida del autor, sino que se hace de muy distinta forma: con la sensibilidad que da pinceladas de principio a fin en cada relato.
‘En la intimidad’ tiene como subtítulo ‘Relatos mínimos’, algo que se refiere, según interpretamos, a la corta extensión de cada texto. ‘Relatos mínimos’ que, por otra parte, presentan una carga poética innegable, tanto es así que en muchos momentos los acerca a lo que comúnmente se entiende por poemas en prosa.
Cada relato de este libro, y también el conjunto de ellos, podría hacer suyo el último terceto del soneto de Lorca sobre la voz secreta del amor oscuro que encabeza el presente artículo.
En efecto, el amor y la naturaleza, también el amor a la naturaleza, son y están omnipresentes en el conjunto de relatos del libro que venimos glosando.
A todo ello, me permitiría añadir un ingrediente más: la ironía. Una ironía que, por un lado, recorre todo el libro, pero que, al mismo tiempo, se expresa con enorme pudor, un pudor acorde con la delicadeza de la prosa que aquí se utiliza. No es la carcajada lo que provocan estos textos, sino la sonrisa que se revela con timidez, sin estridencia alguna, como pidiendo disculpas por emerger.
Por otra parte, nos encontramos ante un libro que no responde a los tópicos al uso, pues es una ‘rara avis’ sin acciones trepidantes, sin decibelios, sin desgarros aparentes. Un libro difícilmente clasificable según los cánones de los géneros literarios, cánones que trituró en su momento Croce.
Quienes apuesten por disfrutar leyendo una prosa que tiene tras de sí una orfebrería muy meritoria encontrarán en este libro un auténtico regalo a sus demandas.
Relatos mínimos, cercanos al poema en prosa, también al microrrelato, guiños a la sensibilidad y a la inteligencia. Y, al fondo, se atisba un largo recorrido literario que capta como nunca todo lo mágico que hay en una naturaleza que el autor admira y ama.