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Luis Arias Argüelles-Meres

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SEMBLANZAS CARBAYONAS: JULIA IBARRA

‘La melodramática vida de Carlota Leopolda’ fue su primer libro

Soy centenaria». Con estas dos palabras arranca la que es quizá la narración más conocida de Julia Ibarra, ‘La melodramática vida de Carlota Leopolda’, una muñeca que no sólo atestigua su tiempo dando cuenta de cuanto sucede a su alrededor, sino que además transmite magia y nostalgia despertando asombro en un público lector al que atrapa. «Soy centenaria». Nunca olvidaré la voz de Julia Ibarra pronunciando estas palabras en una presentación de este libro suyo, en el que tuve el honor de acompañarla. No es fácil encontrar una historia marcada por una sensibilidad tan genuina, por una narración magníficamente construida, así como por la elegancia y la sutileza que desprende tan singular personaje y, al mismo tiempo, narradora. Estamos hablando de su primer libro que fue publicado en 1983.

Julia Ibarra nació, digamos que accidentalmente, en Lugo, en

1923, donde su padre ejerció como fiscal. Pero la mayor parte de su vida, tanto en el ámbito docente como en el literario, transcurrió en Oviedo.

Como catedrática de latín, desempeñó durante muchos años su labor en el Instituto Aramo, aunque en su época era conocido como el Instituto Femenino. Me consta que dejó un recuerdo indeleble entre sus alumnas, no sólo por conocer a fondo su materia y saber explicarla con claridad, sino también por la delicadeza y consideración que eran constantes en sus clases.

En la novela con la que ganó el Premio Tigre Juan, ‘Sasia, la viuda’, Julia Ibarra puso de manifiesto hasta qué extremo conocía las miserias humanas como la ambición y la crueldad, miserias humanas tan ajenas a ella.

Oviedo, calle Uría, al lado del cine Aramo. Allí tuvo su residencia Julia Ibarra. En los últimos años de su vida, la visité con frecuencia. Allí, en compañía de un gato y de un perro que eran íntimos amigos, me leyó gran parte de los relatos que fue escribiendo al final de su vida. No fue exactamente una escritora de vocación tardía, su vocación literaria la acompañó siempre. Distinta cosa es que empezase a publicar sus libros en una edad avanzada.

En sus narraciones, no hay estridencias, lo ruidoso no existe en los textos que escribió Julia Ibarra, en los que siempre dominó el gusto por el detalle, la ambición por narrar.

Nunca olvidaré un texto que escribió a resultas de haber tenido ante sus ojos, desde su casa, las butacas del cine Aramo que habían sido arrancadas de su sitio y fueron a parar provisionalmente al patio de vecindad. Para la autora de ‘La melodramática vida de Carlota Leopolda’ no fue nada difícil escribir una especie de elegía a aquel conjunto de butacas que, al igual que su muñeca, había sido testigo de tantos y tantos sueños, de tantos y tantos sinsabores, de tantas y tantas ansiedades que sobre se ellas se asentaron y se sentaron.

Entre los últimos relatos que me leyó, no olvido uno que tenía como protagonista a Nuria, cuya narración estaba marcada por ser compañera de cenas de dos personajes secundarios en la narración propiamente dicha y también con respecto a la protagonista.

No todos sus relatos están en los libros que publicó, sino también en la Revista ‘Clarín’. Entre ellos, recuerdo uno en el que la lluvia era protagonista.

Cuantas veces paso por delante de la que fue su casa, me pregunto qué tendría que ocurrir para que esta ciudad fuese consciente de que, entre otros muchos lujos literarios, cuenta con una de las grandes narradoras del siglo XX. Lo digo sin afán alguno de incurrir en lo hiperbólico.

Las butacas del cine Aramo a las que Julia Ibarra dedicó un texto que se podría considerar elegíaco. La muñeca que protagoniza una novela corta verdaderamente antológica. La viuda ambiciosa y cruenta que fue Sasia. El color negro en la ropa de una serie de mujeres que constituye un conjunto de relatos sorprendentes. Las voces de un conjunto de personajes que llevan a la narradora a imaginarse sus rostros en un juego literario que suscita la mayor de las complicidades que van mucho más allá de un costumbrismo de brocha gorda.

¿Cómo no recordar su voz en el contestador automático del teléfono tantos y tantos domingos al regresar de Lanio? Mensajes en los que me hablaba de relatos nuevos y también de cambios en otros textos que ya me había leído.

¿Cómo es posible que no haya iniciativas para volver a publicar su obra, marcada –insisto– por la excelencia literaria? En su caso, no se puede hablar de actualidad, sino de la obra bien hecha, que es, por definición, atemporal.

Culta, sensible, delicada, inteligente, llena de bondad.

Lean a Julia Ibarra. No renuncien a un lujo que tienen a su alcance.

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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