La lluvia no se alió con el Oviedo, ayudó más destruir el juego que a hilvanarlo. Aun así, la intensidad no decayó en ningún momento, intensidad que, de algún modo, se incrementó, pues los jugadores eran conscientes de los frenazos del balón tal y como estaba el terreno de juego.

Por su parte, el equipo insular salió mordiendo, presionando sin tregua al once carbayón. Pero con eso se contaba y el Oviedo no perdió los papeles por ello, aunque no era el partido adecuado para que Berjón se inventase pases y espacios, ni tampoco Javi Hernández se manejaba por la banda, sobre todo en tareas defensivas, todo lo bien que el propio jugador deseaba. Y, como siempre, la pelea de Joselu con la zaga rival fue tan meritoria como estéril.

En lo positivo, se puede decir que Jimmy, en su segundo partido como titular, se creció más y si no cuajó un encuentro sobresaliente fue por el estado del terreno de juego. De todos modos, luchó de principio a fin, apenas erró en los pases e incluso llegó a tirar a puerta. Sin duda, se trata de un jugador con mucha potencialidad que se merece la confianza que le está dando el entrenador.

Anquela sacó a dos delanteros para dar mayor poder atacante al equipo, con lo que apostaba claramente por la victoria.

Y llegó el gol de Ibra, que fue realmente muy meritorio, no sólo por haber colocado el esférico con tanta precisión, sino también por la serenidad que demostró en la pausa previa al lanzamiento. Un golazo de un jugador que, desde luego, se merece la titularidad.

Quedaban pocos minutos para que el partido concluyese y tampoco se puede decir que el Oviedo se amilanase: concentrados en defensa, sí, pero sin perder la ambición de sentenciar el encuentro, algo que, desde luego, se intentó.

Lo que nadie podía esperarse es que a Champagne se le colase un lanzamiento que no encontró rematador y que llegó al cuerpo del portero mansamente, pero la mala fortuna hizo que el balón se le escapase increíblemente y que acabase siendo el tanto con el que perdimos dos puntos que hubieran sido claves para situarnos en el lugar de la tabla que anhelamos y que tanto se nos viene resistiendo en los finales de temporada.

Luchamos contra los elementos, contra un balón que no rodaba, contra un césped embarrado que impedía que el balón fluyese. Aun así, todo parecía indicar que íbamos a ganar. Con lo que no se contaba era con un lance tan desgraciado que nos sumió en la impotencia.