Por mucho que nos hayamos venido resistiendo a aceptarlo, somos, como decía Borges de los peronistas, incorregibles. Incorregibles a la hora de romper las malas rachas de los rivales. Incorregibles al demostrar en cada partido que no hay manera de que sepamos qué hacer con el balón. Incorregibles en lo que se refiere a la inutilidad manifiesta cuando se trata de dar pases con criterio, cuando se trata de crear jugadas con desmarques que impliquen profundidad y peligro.
Salvo milagros que no sería del caso esperar, ya podemos entonar nuestro adiós definitivo a la posibilidad de clasificarnos para la promoción de ascenso. Toca, pues, intentar aprender de los errores cometidos y buscar soluciones para la próxima campaña.
En un partido que era trascendental para mantener las aspiraciones con vistas a alcanzar el anhelado sexto puesto, durante la mayor parte del choque se puede decir que no hemos existido. No había mordiente, no se peleaba, aunque resultaba obligado. Y todo ello fue ante un rival que sólo demostró lucha y voluntad.
Toca una dosis grande de realismo. Los hechos demuestran que Anquela, a pesar de su tozudez, no era el único culpable. El cambio de entrenador sirvió para recuperar las esperanzas tras la victoria en Almería. A partir de ahí, nuestras limitaciones volvieron a imponerse.
También se hablaba de tirar más de la cantera como solución para escalar puestos en la tabla. Como se ve, tampoco tal planteamiento cambió el estado de cosas.
Solo nos queda desengañarnos y asumir que las carencias de este equipo están ahí y que los milagros, en caso de tener lugar en alguna ocasión más o menos inesperada, ni se prodigan ni se prolongan domingo a domingo.
Y, por otra parte, tampoco sirve de consuelo pensar en las bajas obligadas por sanción que hubo ante el Tenerife. En otros encuentros, pudiéndose contar con casi toda la plantilla, las carencias también estuvieron ahí. En fin, dos jornadas para la reflexión y para seguir dándonos baños de realismo. Ni siquiera cabe pensar en que nos llevaremos alegrías por un buen juego. Viejos fantasmas que vuelven: en partidos en los que era obligado ganar, la pifiamos. Ayer, en Tenerife. El pasado año, en Soria y en León.
Mirada hacia delante, confiar en una buena planificación y seguir confiando en que los errores son unos magníficos instrumentos de aprendizaje.