Y es que, por mucho que Clarín y Palacio Valdés entre otros, hayan arremetido contra la arquitectura indiana y también contra sus arquetipos, los indianos supusieron un empuje decisivo en la modernización de Asturias.
Fíjense: el personaje que aquí nos trae, el médico Celso Álvarez Álvarez, nacido en la localidad belmontina de San Martín de Ondes, pudo cursar la carrera de medicina, al igual que su padre, gracias al negocio del que había sido propietario en la Habana su abuelo, un negocio, por cierto, cuyo nombre rezuma asturianía por sus cuatro costados: el Café Fornos, establecimiento que tiene mucha historia muy ligada a la emigración asturiana en Cuba.
Pues bien, el doctor Celso Álvarez vino al mundo el 20 de febrero de 1927 y falleció el 20 de julio de 2013 a los 86 años en su domicilio de Oviedo.
Se trata de uno de esos personajes muy vinculados a su terruño natal, en este caso a Belmonte de Miranda, donde ejerció la medicina durante muchos años, y que, andando el tiempo, tuvo una notabilísima presencia en Oviedo en lo profesional y en lo humano. En nuestra capital, desarrolló su profesión desde 1970 hasta su jubilación en 1997. En ese periodo, fue Jefe del Servicio de Medicina Interna de la antigua Ciudad Sanitaria Nuestra Señora de Covadonga, después Hospital Covadonga y finalmente Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA).
Más allá de haber desarrollado una brillantísima labor en lo académico y en lo profesional, nos encontramos ante un médico en el sentido clásico, es decir, una persona con una sólida formación humanística que, en su momento, le llevó a investigar acerca de El Adelantado de la Florida, formación humanística que le impulsó seguramente, más allá del bagaje teórico, a ejercer la medicina volcándose en su tarea, desplazándose a pueblos muy mal comunicados a atender a sus pacientes, sin reparar en horarios ni en dedicación. Todo ello, en su etapa como médico rural en Belmonte de Miranda, capital del concejo que lo vio nacer
Tengo personalmente constancia de que el historial de sus pacientes no era algo de lo que tuviese que echar mano mirando un papel o un ordenador, sino que lo tenía presente en su memoria. A este respecto, nunca olvidaré un día de marzo de 1985, cuando me encontré con él dentro de la antigua Residencia Sanitaria, tras visitar a mi padre que estaba allí ingresado. Puedo decir que recordaba con claridad todo el historial de enfermedades de su antiguo paciente y amigo. Seguía interesando por su estado de salud mucho más allá de lo que marca la obligada cortesía.
Desde luego, semejante episodio da cuenta de cómo era el doctor Celso Álvarez no sólo como médico, sino también como persona. Seguro que hizo suya muchas veces la frase del doctor Marañón que hablaba de que no había enfermedades, sino enfermos.
Hasta tal extremo estamos hablando de un médico vocacional que en 1954 consiguió por oposición plaza de médico interno de la Cátedra de Patología Médica de la Facultad de Medicina de Madrid. Sin embargo, renunció a un brillante porvenir que se le abría en la docencia universitaria, y regresó a Belmonte con sus padres, donde desempeñó, entre otras funciones, el cargo de médico forense del juzgado de esta localidad, cargo que compatibilizó con el de médico de familia en su concejo natal hasta 1970.
El 26 de septiembre de 1996 fue nombrado “hijo Predilecto de Belmonte de Miranda. Desde 2014, ya a título póstumo, una de las plazas más céntricas de la villa lleva su nombre.
Nunca olvidaré la primera vez que acudí a su consulta en Belmonte de Miranda en compañía de mis padres a resultas de una enfermedad infantil. Para el niño que era entonces el arriba firmante, la imagen de aquel hombre era todo elegancia y pulcritud, también cercanía que infundía tranquilidad y optimismo. Fue una tarde de invierno de un día muy oscuro. Salí de su consulta aliviado y sereno.
Celso Álvarez, belmontino y ovetense. Un médico de otro tiempo, un médico humanista en toda la extensión de la palabra. Tres de sus hijos son médicos.
Una vida plena que sigue atestiguando y atesorando su viuda Tina. Una trayectoria profesional y humana admirable.
Toda una vida dedicada a la medicina desde Belmonte de Miranda hasta Oviedo, desde la consulta en su villa a lo que fue la Residencia sanitaria de Asturias.
El doctor Celso Álvarez forma parte de la historia de la medicina asturiana y ocupa un logar preminente y preferente en la memoria de todas aquellas personas a las que atendió profesional y humanamente.