No voy a entrar en cuestiones técnicas acerca de lo inevitable que puede ser o no abandonar el proyecto que había para el Bulevar de Santullano por razones de ajustes presupuestarios. Ítem más: ni siquiera me atrevería a afirmar que el referido proyecto fuese (ya hay que referirse en pasado) el mejor posible.
Yo creo que hay que ir más allá de todo eso y centrase en dos cuestiones a todas luces ineludibles. Primero, sea como sea, hay que arbitrar soluciones para que un monumento como San Julián de Los Prados no esté cercenado por un volumen de tráfico insufrible para una joya arquitectónica que se tiene que proteger con mucho más que declaraciones retóricas. En su día, se cometió una barbaridad que, aun a pesar del tiempo transcurrido, no se corrigió. Ya va siendo hora de que se acometa tal cosa.
Y, en segundo lugar, aunque no seamos una gran ciudad, aunque nuestros problemas medioambientales no tengan el calado de los que soportan urbes como Madrid y Barcelona, en Oviedo, el problema de la contaminación está ahí y no es precisamente algo baladí.
Pues bien, si no estoy mal informado, ese problema de contaminación se localiza y se focaliza en no pequeña parte en el entorno de este Bulevar, en la entrada a Oviedo por la autopista de la ‘Y’.
Desde luego, el asunto no se resuelve con palabrería, ni tampoco con disposiciones legales que, en muchos casos, no van más allá del papel. De todos modos, sería muy conveniente que el actual equipo de gobierno tuviese plena conciencia y plena consciencia de que el problema de la contaminación en nuestra ciudad es un asunto que –velis nolis– debe ser abordado con rigor y con amplitud de miras.
Por otra parte, don Pero Grullo, a este respecto, pondría de relieve que la protección de San Julián de los Prados y la lucha contra la contaminación no son problemas meramente presupuestarios, sino que se trata de algo mucho más transversal y urgente, que, en principio, tampoco debería estar sujeto a vaivenes ideológicos.
Lo acaecido recientemente en la capital del reino, así como las advertencias de Bruselas en torno a los niveles de contaminación en las ciudades de más 50000 habitantes debería ser tenido muy en cuenta desde planteamientos lógicos, que no ideológicos.
Por decirlo al modo orteguiano, el problema de la contaminación en las ciudades es, se podría apuntar, «el tema de nuestro tiempo».