Tras el incendio que costó la muerte del bombero Eloy Palacio, la parálisis se apoderó de la calle más comercial de Oviedo. Un escalofrío recorrió la ciudad, un escalofrío que se sigue prolongando, al tiempo que no dejamos de hacernos preguntas.
Más allá de que toca esperar a que concluyan las investigaciones en marcha, más allá del dolor por la muerte de un ciudadano cuyo comportamiento tapa la boca a quienes, siguiendo determinados topicazos, se declaran de continuo enemigos de lo público, creo que toca levantar la vista hacia todo lo que ha venido sucediendo en los últimos años en nuestra vida pública capitalina y replantearse seriamente un montón de cosas.
¿Qué modelo de ciudad se vino forjando? ¿No hay que ir más allá de la abigarrada y aparente estética gabiniana? Magnolios, farolas isabelinas, ornamentos por doquier. ¿Es eso lo importante? ¿Es eso lo que da prestancia a una ciudad? ¿Es eso lo esencial, criterios estéticos al margen?
La calle Uría es, para todos, la vía pública carbayona de los escaparates. Es la cita para las compras. Es el tránsito de las rebajas. Es la referencia de una ciudad que hizo del comercio una de sus principales actividades. Pero es también una cita obligada con una serie de edificios que, a día de hoy, constituyen uno de los principales reclamos de nuestra ciudad, que dan cuenta de una ambición estética que es motivo de orgullo.
No estaría mal confrontar estéticamente, los “complementos” gabinianos con esos edificios a los que acabo de hacer mención. Y mucho me temo que el resultado de la referida confrontación no sería muy alentador no sólo para el principal artífice de la transformación de Oviedo en los últimos años, sino también para todos aquellos que apoyaron semejante puesta en escena.
Cita en la calle Uría. De repente, la parálisis que aún prosigue. De repente, el recordatorio de una tarde aciaga que terminó en tragedia. De repente, un escalofrío que nos apodera. De repente, una constatación de que, colectivamente hablando, toca cuestionarse muchas cosas. De repente, la certeza de que en una ciudad donde no escasea el agua, el estado y mantenimiento de las bocas de riego no es, sin embargo, el óptimo.
De repente, la inquietud que despierta que, puertas adentro del Consistorio, haya desparecido documentación. De repente, la alarma que suena y que se dispara, como una especie de sirena que avisa acerca de carencias, abandonos e intrigas.
Cita en la calle Uría, cita con la consciencia y la realidad. Toca salir de una pesadilla que puso ciertas cartas boca arriba.
Y toca ya.