>

Blogs

Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

RECUERDOS DE OVIEDO: EL TREN EXPRESO COSTA VERDE

Creo recordar que fue a finales de 2007 cuando se anunció que el expreso “Costa Verde” dejaría de circular. Tan pronto tuve noticia de ello, confieso que sentí cierto desgarro ante el adiós de aquel tren en el que tanto había viajado a Madrid, en el que tuve ocasión de encontrarme con personajes muy literarios, en el que presencié episodios que darían mucho de sí a poco que se contase con ambición narrativa.
¿Cómo no recordar aquella escena, cargada de melancolía, protagonizada por un montón de reclutas que arrastraban su macuto camino de campamentos y cuarteles, que esperaban por el tren expreso y que dejaban atrás a los suyos y a lo suyo sin que su voluntad interviniese en ello? ¿Cómo no tener presentes algunas despedidas memorables en las que las personas que estaban en el tren prolongaban sus adioses a sus acompañantes a lo largo de todo el andén? ¿Cómo no haber reparado en aquellos viajeros solitarios, algunos con su maletín, otros con sus maletas, otros con algún libro, solitarios y, por lo común, ensimismados?
A las 23, 30, aquel tren salía de Oviedo. El día había terminado y la noche se volvía viajera. En el expreso se daban cita soldados, viajeros de muy variada condición, estudiantes, gentes que iban y venían con sus gestiones. En aquel tren no había prisa, no podía haberla, cedía el paso en todos los sitios, hasta en los apeaderos.
Camino de Madrid, tras el interminable tránsito por Pajares, en León, la vida se reanudaba. Allí el expreso se detenía en aquella estación un buen rato, y el bullicio, sobre todo en la cantina, era importante. Se decía que la cantina de la RENFE en León no cerraba en toda la noche. Aquello era un rosario de la aurora laico, y el espectáculo, no exento de pintoresquismo, daba de sí.
Tren expreso a Madrid, en el que la oferta era variada, desde el coche-cama, hasta viajar en segunda, pasando por las literas. ¿Cómo no recordar, si de las literas hablamos, episodios protagonizados por los ronquidos desaforados de algunos que suscitaban la desesperación de sus acompañantes? ¿Cómo olvidarse de aquellos pasillos solitarios y lúgubres, camino del baño, o de aquella especie de covachuela en la que se vendían refrescos y cervezas? ¿Cómo no hacer mención a situaciones peculiares cuando algunos viajeros que se incorporaban en medio del trayecto encontraban ocupados sus asientos, a veces, con las piernas que algún ciudadano estiraba pensando sólo en su propia comodidad, hasta que el revisor ponía orden y reconvenía?
¿Qué era aquel tren expreso que iba camino de la capital del reino y en el que viajé tanto a finales de los setenta y a principios de los ochenta? ¿Acaso no podría decirse que se trataba, en sí mismo de un largo túnel que recorría la noche a través de otros túneles, en algún momento con más iluminación?
Resultaba en verdad curioso el tránsito por Valladolid del que sólo se veían calles muy estrechas que parecían representar trozos de arterias que se habían desgajado. Suponía todo un ensanchamiento de horizontes llegar a la estación de Venta de Baños, donde el expreso paraba un largo rato, imagino que a resultas de algún trasvase. Y, en cuanto a la llegada a Madrid, una referencia inequívoca era la enorme explanada llena de coches que se dejaba ver poco antes de entrar en la capital.
Cuando los ronquidos de algún viajero en las literas se hacían insufribles, quedaba el recurso de salir al pasillo a fumar y dejar pasar el tiempo.
Tren expreso, un viaje por el insomnio, un viaje en el que los recuerdos formaban parte del equipaje, un viaje en el que, a veces, las expectativas podían ser alentadoras.
Madrid como meta inmediata. Oviedo como punto de partida. Por el medio, aquel tránsito nocturno, en el que apenas se dormía, en el que los sueños no solían acunarse en brazos de Morfeo, sino que eran vividos desde la vigilia, desde el plan más inmediato, cuya puesta en práctica empezaría en la mañana madrileña.
Oviedo, estación de la RENFE, fin de jornada en nuestra ciudad, que el expreso atravesaba despacio, como languideciendo. Madrid, primera hora de la mañana. Nos incorporábamos a la aurora capitalina y habíamos dado a Oviedo las buenas noches.
A veces, paradas en medio de la nada, en medio de la noche, no se sabía muy bien por qué. A veces, estaciones y apeaderos fantasmagóricos sin apenas actividad. A veces, conversaciones improvisadas en los pasillos y en los compartimentos.
Claro, no eran, no podían ser conversaciones de ascensor. Lo que ocurre es que, por lo general, se trataba de atisbos en espera de una conclusión de la charla. Se trataba de tanteos que intentaban comprobar si el interlocutor de turno podía ser un contertulio interesante.
A veces, confesiones y relatos, más o menos amenos y amenizados. A veces, largos silencios, por lo demás, nada incómodos. A veces, ensimismamientos que el insomnio, los ronquidos, las paradas y demás contingencias permitían.
¿Por qué recordamos mucho más el viaje de ida que el de vuelta en aquel tren expreso? ¿Por qué Oviedo, al regresar de Madrid, nos parecía una ciudad casi de juguete, hecha a la medida de nosotros mismos? ¿Por qué la estación leonesa estaba siempre llena de genta tanto a la ida como a la vuelta? ¿Por qué sentíamos la sensación de que la lentitud al atravesar Pajares plasmaba de algún modo nuestra resistencia a abandonar Asturias?
Aquel tren expreso que iba camino de Madrid con su ritmo parsimonioso, como de otro tiempo. Aquel tren expreso en el que la noche no estaba pensada para descansar, sino para atravesarla con continuas incomodidades. Aquel tren expreso que dejó de hacer su recorrido hace ya casi diez años forma parte de nuestras vidas, de nuestras idas y venidas, de nuestro anecdotario.
Amanecer en Madrid. En las consignas invisibles de nuestros sueños, aparcábamos el cansancio y las peripecias del viaje. Tocaba armarse de energía. Tocaba dejar atrás el largo túnel cuyo recorrido había ocupado toda una noche, cuyo recorrido no dejaba legañas, cuyo recorrido se quedaba atrás como algo irreal a lo que no tardaríamos en regresar.

Temas

Blog de Luis Arias Argüelles-Meres

Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


abril 2016
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
252627282930